“Vivir en forma eucarística”
Continuamos dentro del “Año Sacerdotal”, inaugurado por el Papa Benedicto XVI el pasado mes de junio, y que concluirá en la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús de este año. Esta celebración “desea contribuir a promover el compromiso de renovación interior de todos los sacerdotes, para que su testimonio evangélico en el mundo de hoy sea más intenso e incisivo”, pero desde una perspectiva eclesial más amplia, todos los bautizados, además de pedir especialmente por los que en la Iglesia han recibido el ministerio ordenado y porque no falten obreros en la mies del Señor, podemos reavivar el carisma recibido en nuestro bautismo, por el que hemos sido hechos sacerdotes, profetas y reyes.

Os ofrezco siete actitudes con las que cruzar esta Cuaresma en clave eucarística:
Reconciliados y reconciliadores: “Si, pues, al presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas entonces de que un hermano tuyo tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano; luego vuelves y presentas tu ofrenda” (Mt 25, 23-24). La Cuaresma es tiempo propicio para celebrar la misericordia de Dios.
Alimentados en la mesa de la Palabra y peregrinos: “Cerca de ti está la palabra: en tu boca y en tu corazón, es decir, la palabra de la fe que nosotros proclamamos. Porque, si confiesas con tu boca que Jesús es Señor y crees en tu corazón que Dios le resucitó de entre los muertos, serás salvo” (Rom 10,8-9). La Cuaresma es tiempo especial para leer las Sagradas Escrituras.
Orantes y abiertos a la universalidad: “Éste es el que ama a sus hermanos, el que ora mucho por su pueblo” (2 Mac 15,14). La oración, el ayuno y la limosna son recomendaciones cuaresmales.
Oferentes y expropiados en favor de todos: “La copa de bendición que bendecimos, ¿no es acaso comunión con la sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo? Porque aun siendo muchos, un solo pan y un solo cuerpo somos, pues todos participamos de un solo pan” (1 Cor 10, 16-17). El Misterio Pascual nos enseña el núcleo de nuestra fe, a la luz de la muerte y resurrección de Cristo.
Adoradores y agradecidos a Dios por el don de su Hijo: “Acudían asiduamente a la enseñanza de los apóstoles, a la comunión, a la fracción del pan y a las oraciones” (Act 2, 42). A la manera de los primeros cristianos, como renovación bautismal.
En comunión íntima y eclesial con Cristo y con los hermanos: “La multitud de los creyentes no tenía sino un solo corazón y una sola alma. Nadie llamaba suyos a sus bienes, sino que todo era en común entre ellos” (Act 4, 32). Es coherencia cristiana.
Anunciadores y misioneros del Evangelio: Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo (Mt 28, 19). Amén.




