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Matrimonios: profetas, sacerdotes y reyes

Bonifacio Fernandez, cmf -

El sacramento del matrimonio significa, representa y comunica el amor íntimo, fiel, creativo, incondicional y total de Cristo por su Iglesia. Es  presencia y transparencia del amor de Cristo, no exclusivamente, pero si  especialmente en los rasgos mencionados.  El matrimonio  sacramental constituye una mediación eficaz de la presencia amorosa del Padre por el Hijo en el Espíritu. Vivir en relación conyugal es un modo de realizar la identidad del pueblo de Dios, en cuanto pueblo profético, sacerdotal y real.

  • Vivir coherentemente en la vida ordinaria el amor matrimonial, en los buenos y en los malos momentos, constituye un estilo de vida que resulta atractivo, orientador y dador de sentido. Es una auténtica profecía en acción. Ser testigos de ese estilo de vida en nuestra sociedad y mostrándolo con la palabra, con el ejemplo, con la entrega es ejercer la misión profética de toda la comunidad cristiana. Cuando en la familia, entre amigos y en otros muchos momentos, un matrimonio comparte su vida ilusionada y apasionada  está siendo un auténtico profeta.
  •  Los  matrimonios así  sois guías que formáis a vuestros hijos en las dimensiones más fundamentales de la vida. Seguramente sois conscientes de cómo otros matrimonios son signos para nosotros y cómo os estimulan a seguir creciendo en relación. En unos momentos será buscando la reconciliación; en otros, mostrando la ternura en lugar de la agresividad, prefiriendo tener unidad antes que tener razón. Ellos ejercen con vosotros la misión pastoral de amor. Ejercen la dimensión pastoral de su identidad cristiana como pueblo de Dios. De manera similar, la ejercéis vosotros cuando aconsejáis, acompañáis, escucháis a otros matrimonios. Ejercitáis la dimensión pastoral  para la que os habilita el hecho de ser miembros del pueblo de Dios.
  •   Ser padres y educar a los hijos es un verdadero sacerdocio laical;   con  la cercanía afectiva y espiritual, con la oración y  el servicio, les transmitís la fe y la experiencia de ser amados incondicionalmente. Les ofrecéis un ejemplo y una experiencia de paternidad y maternidad que les va a facilitar la experiencia de la filiación en el Hijo amado. Eso es un verdadero ejercicio del sacerdocio y del culto. Y no sólo lo hacéis con vuestros propios hijos, sino más ampliamente con sus amigos, con la familia extensa y en la sociedad. Cuando creáis la familia como una pequeña Iglesia, estáis ejerciendo la función sacerdotal que os corresponde como bautizados y participes de vida de Cristo.

Y estas tres dimensiones las realiza la pareja en la vida ordinaria, con más intensidad en la intimidad familiar; de manera más difusa allí donde llega el testimonio. El amor conyugal es visible. Es un signo elocuente y atractivo. El influjo y la significación de vuestra vida es muy alargada. Acontece cuando, de formas diversas,  narráis vuestra historia de amor, de crecimiento, cuando mostráis que seguís tomando la decisión de amaros a pesar de que las diferencias sean mortificantes y no solo enriquecedoras.  Vuestro amor es un testimonio profético, sacerdotal y pastoral.

    
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