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Arrivederci, Roma!

Me voy. De Roma, se entiende. Después de 48 (léase, cuarenta y ocho) años de estar entre estas viejas piedras y el pueblo sencillo que las habita. Los Superiores me han destinado un poco lejos; a quien me lo pregunta le digo: “Bajando, a la izquierda”, es decir, Filipinas.