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Los cinco maridos

Bonifacio Fernandez, cmf -

Es un dato curioso del evangelio de San Juan. Jesús está conversando con la  mujer samarita: Le ha pedido de beber. A cambio, Jesús intenta mostrarle el agua que sacia realmente la sed existencial, más allá de la física. La samaritana tiene que entender que el que le pide agua es el mismo que calma su sed. En ese intento Jesús  dice a la mujer samaritana que llame a su marido. Y Jesús le recuerda que ha tenido cinco, y que el que tiene en ese momento no es su marido. Podemos imaginarnos esos 5 maridos con los cuales la mujer samaritana no ha podido crear una relación inspiradora, satisfactoria y estable:

  1. El marido dependiente,  es todavía un inmaduro. Su seguridad y su  estabilidad están todavía de sus padres. Es el marido “enmadrado”; no se ha despegado todavía de ella. No deja espacio en el territorio interior de sus autoridades para la esposa. La madre de él sigue determinando la vida de la familia del hijo, lo que conviene hacer y lo que hay que evitar. La filiación hace incompatible la esponsalidad en cuanto amor íntimo y responsable de dos personas adultas.
  2. El marido consumista; ha aprendido a ser muy complaciente con sus deseos. Ha vivido su soltería sin obligaciones ni responsabilidades especiales. Está acostumbrado a concederse todos los caprichos. Ahora tiene que contar y compartir. Y eso le sabe muy mal. No ha aprendido a renunciar para vivir el gozo de compartir y hacer feliz a la esposa. Todavía tiene que descubrir que el sentido de su vida es  ser feliz ayudando a ser feliz a su cónyuge.
  3. El marido activista, siente que su misión y su responsabilidad consiste en ser un buen proveedor. Se siente obligado a subvenir a todas las necesidades de  la familia; va más allá de las necesidades, también de los caprichos de los hijos. Quiere subir en el status social, en la calidad y apariencia de vida. Para ello tiene que dedicar mucho tiempo al trabajo; y como el tiempo escasea, lo va restando del tiempo dedicado a estar con el cónyuge y los hijos. Aporta los recursos necesarios para el bienestar de la familia; pero no aporta lo que la familia más necesita: su presencia, su afectividad y su función de esposo y padre.
  4. El marido silente, da la impresión de que le cuesta dinero hablar. Ya no tiene nada que decir. Todo queda dentro. La esposa tiene la difícil asignatura de aprender a leer sus silencios, su rostro y sus ademanes. A veces su silencio es una forma de castigar al cónyuge y a los hijos. Otras veces es una llamada de socorro para que le ayuden a romper los muros de silencios.
  5. El marido ausente, es muy servicial. Quiere dar gusto a todos los que se relacionan con él. Está pendiente de los deseos y carencias de los amigos y especialmente de los hijos. Siempre está dispuesto a ayudar a alguien. Tiene capacidad de relación social y mucha gente lo conoce y lo invita a conversar en el bar. No tiene prisa de regresar a casa. El resultado es que la esposa se pasa mucho tiempo esperando; que echa de menos su presencia y compañía. A veces tiene necesidad de desahogarse y discutir. Pero se siente sola.

Se trata de los maridos imaginarios de la mujer Samaritana. Dificultan la fidelidad creativa en al proyecto del amor matrimonial que se expresa en anhelos de unidad y compañía. Y también dificultan el amor fraterno. Y  hasta el amor teologal.

    
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