Las resonancias de la paz: Shalôm

27 de junio de 2005
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(JPG)¡Paz a los hombres…! He aquí una palabra: Shalôm, que, entonces y ahora, se escucha en cualquier rincón de la Tierra Santa, desde Jerusalén hasta la más apartada aldea de la lejana Galilea y del misterioso desierto. Shalôm es el saludo entre los judíos y también entre los árabes. ¡Y no hay paz! ¡ Shalôm, Shalôm…! Parece un eco del nombre de la Ciudad Santa Yerushalayim (Jerusalén): «Pedid la paz para Jerusalén: / ’vivan en paz quienes te aman; / haya paz dentro de tus muros, / tranquilidad en tus palacios. / Por mis hermanos y compañeros, / quiero decir: ’La paz sea contigo’ / Por la casa del Señor nuestro Dios, / quiero pedir: ’El bien sea para ti’» (Sal 122-6-9). El nombre de la Ciudad Santa arrastra tras de sí una constelación de «Paz.» Una Paz que ha de pedirse y de vivirse; una paz que tiene cierta corporeidad: es un habitante más intramuros de la ciudad y portadora de tranquilidad para la mansión regia; una paz que hermana y se convierte en saludo: «La paz sea contigo»; una paz que es sacrosanta, por ser dádiva divina, y que es inseparable del bien y de la bondad. La paz, el Shalôm hebreo, tiene múltiples acepciones.

El prestigioso biblista G. Von Rad ha escrito: «Es difícil encontrar en el antiguo Testamento un término equiparable a Shalôm, por el modo en que circulaba en el uso popular ordinario, semejante a una moneda incolora, pero que podía llenarse frecuente e inesperadamente de un contenido religioso tan denso que se elevase por encima de los pensamientos ordinarios» (G. Von Rad, TWNT, II [1935] 400). Efectivamente, si atendemos a la raíz de Shalôm, se alude a algo completo y acabado. En una de sus conjugaciones tiene dos significados básicos: «Mantener o conservar» y también, «restituir o recompensar.» No es extraño, por ello, que el sustantivo Shalôm requiera diversos vocablos españoles para brindarnos todos los matices de su significado. Shalôm es «paz, tranquilidad, calma, concordia» y también: «prosperidad, bienestar, bienandanza, bonanza.» La paz es una flor tan delicada que requiere cuidados y atenciones; si no los recibe, se marchita. Un buen comportamiento está pidiendo su recompensa correspondiente (su Shalôm): la misma paz es la paga. Si se quiebra la paz, por disensiones y por discordias, porque se pierde la calma y la tranquilidad, ha de ser restituida o restaurada. Se forjan en este menester los «artífices de la paz.» La tranquilidad y también la prosperidad son compañeras de la paz y ellas mismas son Shalôm. El ser humano, no sólo sus obras, no estará acabado mientras no impere la paz. ¿Por qué recuerdo todo esto en los umbrales del adviento y ante la inminencia de la Navidad?

    

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