La celebración de la fiesta litúrgica de la sagrada familia solía pasar bastante desapercibido. Entre Navidad y Año Nuevo la fiesta quedaba aprisionada como un bocadillo. Apenas lograba interesar a los más cercanos.

Lo que, tal vez, no estaba previsto a la hora de organizar la celebración era la repercusión social y mediática que iba a tener. Es evidente que un acontecimiento de esta índole es muy abierto y complejo; son muchas palabras las que se pronuncian; son múltiples las motivaciones de las personas que participan. También los organizadores persiguen objetivos prácticos diferentes. El contexto y la oportunidad, además, son susceptibles de muchas lecturas.
Visto desde una breve distancia temporal aparece como un calidoscopio. En él se reflejan y proyectan distintos intereses ideológicos y políticos. Emergen los prejuicios de los intérpretes; y naturalmente se confirman. Hacen acto de presencia miedos ancestrales. Los que luchan por el poder se preguntan: ¿a quién favorece, a nosotros o a ellos? ¿Nos va a dar votos o nos los va a restar?
				
                    



