La Inmaculada en la música.

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La creatura más hermosa

Vaya por delante la pregunta: ¿qué es lo que, como realidad última, extáticos ante esta hija de Adán y por ella inspirados, nos transmiten en sus obras los genios del arte? Si "las bellas artes están, por su misma naturaleza, relacionadas con la infinita belleza de Dios que intentan expresar de alguna manera" (Vat. II, SC 122), ¿no será la belleza divina encarnada en esta excepcional hermana nuestra la inspiradora de quienes, como artistas, han fijado en ella su mirada? "María es la mujer vestida del sol, en la que los rayos purísimos de la belleza humana se encuentran con aquellos otros soberanos, pero accesibles, de la belleza divina. Es, pues, la creatura más hermosa, el espejo sin mancha, el ideal supremo de perfección que, en todo tiempo, han tratado de reproducir en sus obras los artistas" (Pablo VI).

Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos. En la más bella de las artes

Ahora bien, ¿no es la música la más bella de las artes? Lo reconoce el citado Vaticano II, al hablar del "valor imponderable de la música" y de su "carácter sobresaliente entre las demás expresiones artísticas" (SC 112). María ha venido a ser, en el arte musical, un como cantus firmus de sus múltiples e inspiradas composiciones. En el breve espacio que se nos concede para evidenciarlo, nos centramos en las etapas del mayor esplendor y riqueza estética de la música. Y sólo en algunas de las figuras más estelares.

El barroco y la edad clásica

En la edad barroca, una de las más luminosas del arte musical, cantan la belleza de María A. Scarlatti, con sus siete Oratorios a ella dedicados; Carissimi, con su gran Oratorio mariano; Vivaldi, con su espléndido Magníficat, para coro y orquesta, y sus dos Salve Regina; Haendel, con sus grandilocuentes cantatas marianas; Pergolesi, con sus cuatro Salve Regina; J. S. Bach, con su soberbio Magníficat para solos, coro y orquesta; con su pequeño Magníficat para soprano y contralto, y con sus numerosas cantatas marianas, en las que son de admirar su espléndido sinfonismo y la dulzura de sus arias.

En la edad clásica, es tal vez el grandioso Magnificat de C. Ph. E. Bach, la obra más destacada de la época. Pero es obligado citar a P. Martín con su polícroma música inspirada en el misterio de María Virgen y Reina; a L. Leo, con su bellísima Salve Regina para soprano y dos violines; a F. Durante, con su genial Magnificat para solos, coro y orquesta; a J, Haydn y a W. A. Mozart, con sus respectivas y excelsas Salve Regina y varias Letanías. Y habría que rescatar aquí del olvido a un Reutter, con sus veinte modelos de Letanías; a un Cordans, con sus catorce Magnificat, y a un Krtital, con sus diez y nueve Salve Regina y diez Letanías.

Romanticismo y edad moderna

En el romanticismo, no se puede silenciar a Beethoven, con su solemne O Sanctissima y sus conmovedores Ex María Virgine, de sus dos misas; a Schubert, con sus cuatro Salve Regina, su Magnificat, su Das Marienbild y su lied por Schoot adaptado como Ave María; a Mendelssohn, con su bellísima, y poco conocida, Ave María, para tenor, coro a ocho voces y orquesta; a Cherubini, con su impresionante Magnificat, su Ave María, sus dos Regina coeli y tres Letanías; a Perosi, con su gran cantidad de música mariana, en la que destacan su cantata-oratorio Dies iste, para la Inmaculada, y su preciosa Maria, mater gratiae, del Oratorio Transitus Mariae. E inspiradas por toda la hermosa encontramos bellas composiciones en Schumann, Brahms, Gounod, Rossini y Bellini. Citamos especialmente a Verdi, con sus cuatro Ave Maria, Laudi a la Virgen a cuatro voces femeninas sobre un texto de Dante y su célebre Vergine degli angelí, de la Ópera "La fuerza del destino".

En la edad moderna, son dignos de mención Busoni, con las tres Ave Maria con que abre la impresión de sus obras; Dvorak, con su Ave Maria, y su O Sanctissima; Fauré, con sus tres Ave María, Salve Regina y Maria mater gratiae. Abundan bellísimas composiciones marianas en Frank, Petrasi, Berio, Szymanowski y Zelenka.

La música popular mariana daría para una larga lista. Y aquí sí que habría que rescatar del olvido a un Angelik, que en 1904, con motivo del cincuentenario del dogma de la Inmaculada, dirigiera la edición de un precioso volumen con noventa y siete canciones marianas; a un Ch. Haemi, a quien se deben doscientas canciones a la Señora; a un V. Pacitta, con la publicación de las mil melodías a María Inmaculada.

Música española

En la música española, es cuantitativa y cualitativamente importante el elenco de composiciones marianas. En el siglo XIII aparece ya el Oficio de la Inmaculada con sus respectivas partes musicales. De esta misma época es también el Himno a la Inmaculada Concepción, de la Catedral de Pamplona.
El sevillano F. Guerrero, del siglo XVI, denominado "el cantor mariano por excelencia", es el autor de las misas De beata Virgine y Sancta et Inmcaulata y Ave María, a ocho voces y doble coro.

En el siglo XVII, merece especial mención el valenciano Juan Bautista Comes, cuyos siete Magníficat, dos Letanías, y dos Salves a ocho voces llaman la atención por su expresividad, su nueva concepción contrapuntística, sus solos y sus coros y su acompañamiento continuo tan propio del Barroco.

En el siglo XVIII, creemos ser Sebastián Duron la figura más significativa por su gran influencia en la música de aquel siglo y por sus obras, que se difundieron por las principales catedrales de España y América, y entre las que merecen citarse aquí sus Letanías y Vísperas marianas. No podría omitirse la rica producción musical mariana de la Abadía de Monstserrat, cuya figura tal vez más destacada es el Padre José Antonio Martí, introductor del virtuosismo italiano, como lo muestra en su espléndido Magníficat para solo, coro y orquesta. Y, como formado en la citada Abadía, bien merece también aquí puesto de honor Francisco Valls, con sus Magníficat a ocho y diez voces, su Salve regina a once voces y un Tota pulcra a cuatro voces, además de un Oratorio mariano.

En el siglo XIX, citaríamos a V. Goicoechea, con su Misa de la Concepción. En el siglo XX, han dedicado espléndidas composiciones a María Halffter, Beovide y Echeveste. De L. Urteaga recoge la revista Tesoro Sacro Musical cuarenta composiciones marianas. Mención destacada merecen también J. I. Prieto y los hermanos Luis, Juan y Ruperto Iruarrízaga, el primero con sus ciento cinco canciones a María, una inspiradísima misa a ella dedicada y su gran Poema a la Asunción, el segundo con quince títulos a la Virgen, y el tercero con más de veinte delicadas y emotivas composiciones marianas. En la etapa postconciliar, son ya más conocidos los músicos que han dedicado a María sus inspiradas composiciones, de carácter más bien devocional y popular.

Galería tal de "pintura sonora" sobre la belleza de tan excelsa hermana nuestra bien puede cooperar a despertar en nosotros la nostalgia de Dios en su infinita belleza.     

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