“Bendito quien confía en el Señor y pone el Señor su confianza” (Jer 17,7).

La bendición de Dios es fuente de dicha, y Dios bendice a los que son limpios de corazón, a los humildes, mansos, amantes de la paz, a los que trabajan por la justicia, a los misericordiosos.
Si acudimos a las Sagradas Escrituras, podemos averiguar las fuentes de la bienaventuranza y de la felicidad.
“Dichoso el que no sigue el camino de los impíos” (Sal 1).
“Dichos el que teme al Señor y sigue sus caminos” (Sal 127).
“Dichoso el hombre que soporta la prueba” (St 1, 12).
“Dichoso el hombre a quien Tú educas” (Sal 93).
“Dichosos los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen” (Lc 11,28).
“Dichosos los que viven en tu casa alabándote siempre. Dichosos los que encuentran en Ti su fuerza, al preparar su peregrinación” (Sal 84).
A éstos se les compara con el árbol frondoso junto a la corriente, que no teme el estío, ni pierde sus hojas, siempre verde y fecundo-
La enseñanza se podría presentar en sentido contrario, desde la amenaza, el miedo o la maldición. Los textos nos ofrecen los efectos diferentes, según dónde se ponga la confianza, si en el dinero, la riqueza, la carne, o en Dios.
“Bendito quien confía en el Señor y pone en el Señor su confianza” (Jer 17,7).




