Honrando a un Dios abundante y desprendido

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Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.Hay una tendencia preocupante en nuestras iglesias hoy. En pocas palabras estamos viendo que la acogida en nuestras iglesias se vuelve menos “incluyente”.  Cada vez más nuestras iglesias están exigiendo una pureza y exclusividad no exigida por Jesús en los Evangelios.

De hecho, la palabra "incluyente" se descarta fácilmente como parte de la ética del "yo soy una persona espiritual pero no religiosa", como si ser incluyente fuera una ligereza, de la New Age, más que una demanda fundamental del  discipulado cristiano.

¿Qué significa ser incluyente? Podemos comenzar con la palabra "Católico": Lo contrario de ser "Católico" no es ser "Protestante". Lo contrario de "Católico" es ser restringido, exclusivo y demasiado selectivo en nuestra aceptación del otro. Lo contrario de ser "Católico" es definir a nuestra familia de fe de una manera estrecha.  "Católico" significa amplio, universal. Esto significa encarnar el abrazo de un Dios abundante y desprendido cuyo sol brilla para todos indiscriminadamente, para  los malos y para los buenos. Una vez Jesús lo definió diciendo: "En la casa de mi Padre hay muchas habitaciones".  El corazón de Dios es amplio, abundante, generoso y que abarca a todos, un corazón que se preocupa de orar por aquellas "otras ovejas que no son de este redil".  Ser "Católico" es imitar eso.

En los Evangelios vemos que la pasión de Jesús por incluir a todos, virtualmente siempre triunfa sobre su preocupación por la pureza y la dignidad. Él se asocia y come con los pecadores sin establecer condiciones morales previas que han de cumplirse antes de que los pecadores sean juzgados dignos de su presencia. Sus discípulos, al igual que mucha gente buena y sincera -de-Iglesia hoy en día, siempre estaban tratando de mantener a ciertas personas lejos de él, porque los consideraban indignos, sin embargo Jesús siempre protestó diciendo que él no necesitaba ese tipo de protección y que, en realidad, quería que todos vinieran a él: ¡Que vengan a mí!  De hecho, es aún la llamada de Jesús: ¡Que vengan a mí, todos ellos!

Tenemos que ser más incluyentes. Destaco esto porque hoy nuestras familias religiosas se están reduciendo y en vez llorar por está pérdida tendemos más bien a sentir una secreta alegría por ello: ¡Que se vayan: no eran verdaderos cristianos de todos modos! O, en las palabras de algunos comentaristas católicos, eran Católicos-de-Cafetería, seleccionan y escogen qué partes del Evangelio les gusta y voltean un sustancioso catolicismo, a un católico-light.

Esta sentencia, aunque sincera y bien intencionada, trabaja bajo dos enormes banderas amarillas: En primer lugar, estas afirmaciones dejan a la persona bastante vulnerable. ¿Quién es un verdadero, y completo practicante católico? Hace varios años, me pidió un Grupo de Reflexión de una Escuela Católica Romana que escribiera una definición de lo que significa ser un "católico practicante".  Me atormentaba la tarea, examiné las definiciones clásicas que se utilizan para eso, y con el tiempo produje una pequeña fórmula. Sin embargo comencé la definición con este preámbulo: Sólo Jesús y María eran integralmente católicos practicantes. Todos los demás, sin una sola excepción, se quedan cortos. Todos somos Católicos-de-Cafetería. Todos nos quedamos cortos, todos tenemos defectos, y todos vivimos el Evangelio de alguna manera  selectivamente.  Por citar el ejemplo más sobresaliente: Muchos de nosotros batallamos más en el ir a la iglesia y en la moral privada, que en la no-negociable demanda del evangelio sobre la justicia, otros simplemente le dan la vuelta.  ¿Quién está más cerca de Jesús? ¿Quién es más Católico-de-Cafetería?

La respuesta a esta pregunta se encuentra en el interior del reino secreto de la conciencia.  Sin embargo lo que sí sabemos es que ninguno de nosotros lo comprende completamente bien. Todos nosotros tenemos la necesidad del perdón de Dios y todos nosotros necesitamos de la paciencia de nuestras comunidades eclesiales.

La segunda bandera amarilla es ésta: El Dios que Jesús nos revela es un Dios de generosidad infinita. Dentro Dios no hay escasez, no hay avaricia, no hay ahorro de misericordia. En la parábola del sembrador lo deja claro, este Dios esparce su semilla indiscriminadamente en todo tipo de tierra – tierra mala, tierra mediocre, tierra buena, tierra excelente. Dios puede hacer esto porque el amor y la misericordia de Dios son infinitos. Dios nunca, al parecer, se preocupa por que alguien reciba gratis e  inmerecidamente la gracia.  Además, Jesús nos asegura que Dios es generoso: Al igual que el padre del hijo pródigo y su hermano mayor, Dios acoge tanto los errores de nuestra inmadurez, como la amargura y el resentimiento dentro de nuestra madurez.  Una religiosidad correcta debe tener en cuenta esto.

Hoy en día, en ambos lados de la división ideológica, conservadores y liberales por igual, necesitamos recordarnos a nosotros mismos lo que significa vivir bajo un Dios abundante y generoso, universalmente acogedor, y "Católico". Lo que significa, entre otras cosas, por supuesto, es un agrandamiento constante del corazón hacia una inclusión cada vez más grande. ¿Qué tan amplios son nuestros corazones?

La exclusividad puede enmascararse como profundidad y pasión por la verdad; sin embargo invariablemente se manifiesta en su incapacidad para manejar la ambigüedad y la alteridad, como rigidez y miedo, como si Dios y Jesús necesitaran nuestra protección.  Más importante aún, a menudo también se revela como carente de genuina empatía por los que están fuera de su propio círculo, y, en eso, no hace honor a un Dios abundante y desprendido.

    

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