Eso de las homilías debe de ser muy difícil. Al menos, eso tiende a pensar este sufrido laico que domingo tras domingo se empeña en seguir acudiendo a la cita con el Señor y con la Iglesia. En el peregrinar por los templos se oyen homilías de diversos tonos, lo que no acabo de estar seguro de que sea obra del Espíritu, que sopla donde quiere, o de los hombres, en quienes más bien sopla donde le dejan.
D. Plácido Modorro
D. Máximo Gerundio

D. Justo Revuelta

D. Justo Trabucaire
A las homilías anteriores se oponen las de los celadores de las puras esencias. Iguales a los anteriores, pero en sentido contrario. También victimistas, suelen dejar entrever que la Iglesia estaría perdida si no fuera por ellos. Buscan en sus homilías, sin duda que sin percatarse, ir creando un grupo de laicos con quienes se sientan fuertes, cultivando, ¡como no!, una imagen de exclusivismo en la posesión de la verdad, frente a otros grupos que según dicen, bordean la herejía. También son pocos, pero bullangueros, y como los anteriores, no suelen tener problemas para captar la atención de los fieles.
Resultado Final del Gatuperio
(Gatuperio=Mezcla de substancias incoherentes)
Los primeros y los segundos son inofensivos, aunque a largo plazo hacen confundir la eucaristía del domingo con una especie de ceremonia de aburrimiento ritual, lo que desde la perspectiva ascética y penitencial no es desdeñable. Es difícil que cambien, porque hacerlo implica trabajar duro hendiendo el arado en las propias actitudes profundas, y eso hace sudar al cuerpo y al espíritu.
Los otros dos tipos son más que preocupantes. A su pequeño nivel, y en su pequeña medida, comunican una cierta sensación de ruptura, y tienden a crear a su alrededor ambientes de iluminados que están seguros de no haber doblado la rodilla ante Baal, en contraposición al resto de la Iglesia, lacerada por la corrupción o por la heterodoxia, según el prisma de cada uno de ellos. Los rompedores en nombre de la ortopraxis, y los esencialistas en nombre de la ortodoxia, han pasado de las homilías a las “o me lías”, pero íntimamente ambos se sienten justos, y es difícil que caigan del burro, porque hacerlo ante la corte de jaleadores de que se han rodeado exige sobredosis de humildad.
El hecho, es que se comunica mal el evangelio, porque no es buena nueva aguantar rollos inacabables grandilocuentes e insoportables, o conocer las teorías del rompedor o del esencialista de turno. Y cuando se comunica, se hace de forma tan ajena a la vida de la gente, que es difícil verse reflejado en casi nada
También hay buenas homilías, ¡créanme!, ¡sí!, ¡se lo prometo!. Hagan lo que Diógenes: agarren la lámpara y busquen.




