Hemos reproducido la vida de las primeras comunidades cristianas

1 de septiembre de 2008
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    Llegué a S. Francisco en el año 1997 a trabajar en un proyecto de desarrollo comunitario. Conocí entonces a Rosa Isela una muchacha con la que nos hicimos novios y posteriormente nos casamos en el año 2000. Actualmente el Señor nos ha bendecido con dos lindos niños, Rosa Esperanza y José Daniel.

En esta nueva etapa de mi vida he aprendido mucho de mi esposa y mis hijos que a su corta edad ya me han dado algunas lecciones. Ellos son la razón más poderosa de mi vivir; los que dan sentido a toda mi vida.

Mi experiencia como agente pastoral en esta comunidad comenzó en el año 2002, cuando el P. José en una eucaristía pidió a la asamblea que nombrara a dos candidatos para Delegados, y la asamblea escogió al hermano Guillermo y a mí. Los dos aceptamos el llamado y fuimos a recibir los cursos para Delegados. Nos incorporamos a participar en el trabajo pastoral y a servir incondicionalmente a la comunidad que nos había elegido para atender a las personas y al culto. Desde entonces esta experiencia me ha sido fructífera, me ha ayudado a madurar y a crecer en la fe. Colaboro también como animador de jóvenes y en los círculos de oración. Este trabajo me ha ayudado a sobrellevar las dificultades que se me han presentado en la vida, tales como la enfermedad y las crisis económicas.

La experiencia de la Santa Misión me ha recordado la vida de las primeras comunidades que aparece en el libro de los Hechos de los Apóstoles. Me ha enseñado que cada bautizado es un misionero, que debemos poner nuestros dones al servicio de la comunidad, especialmente de los más necesitados. En la misión hemos orado y llorado, nos hemos conocido más y mejor, nos hemos dado cuenta de las carencias de algunas personas, hemos mejorado nuestras relaciones comunitarias, hemos abierto más los ojos para reconocer su presencia en las múltiples maneras en las que Él se nos hace presente. Hemos vivido con generosidad y cariño este acontecimiento.

Los frutos de la Santa Misión no han tardado en hacer acto de presencia: personas alejadas y personas indiferentes se han acercado a la iglesia, se han incorporado nuevos colaboradores y nuevos animadores, hemos visitado un buen número de casa que desconocíamos y hemos hecho nuevos amigos.

Aprovecho esta oportunidad para compartir una experiencia que me ha ofrecido la Santa Misión al invitar a Genaro a participar como animador de una comunidad eclesial. Fuimos compañeros de trabajo. Actualmente se dedica a cultivar sandias y papayas. Un día su esposa nos visitó y nos dijo que no se le dio bien la cosecha y estaba pasando unos días deprimido. Genaro es un hombre responsable; dejó de asistir a la iglesia. Iban a iniciarse las reuniones y falló una de las animadoras por tenerse que desplazar urgentemente a visitar un familiar enfermo. Pensé en Genaro. Fui a buscarlo a su casa. Le conté la situación. Le pedí su colaboración para ser animador; aceptó y, en el poco tiempo que nos quedaba para comenzar las reuniones, le ayudé a preparar los temas que nos habían propuesto para su desarrollo en las pequeñas comunidades.

Genaro está contento y las personas que asistieron a la casa también. Su participación me ha hecho recordar que no se puede apagar la llama de la fe que se ha vuelto a encender; que tenemos que continuar haciendo juntos nuestra iglesia. Ha sido para mí una Buena Noticia. Lo material no es lo único que nos da la felicidad y la paz interior. Estos bienes sólo nos los puede dar nuestro Señor Jesús.

Las situaciones vividas a propósito de la misión me han hecho sentirme fortalecido y comprometido para dar seguimiento al trabajo que hemos iniciado. P. Salvador, ore por la santa Misión, los sacerdotes, obispos y agentes de pastoral para que la Palabra del Dios de la Vida llegue a todas las personas que la están esperando”.

Gervasio Sánchez

Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.

    

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