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Formación para el matrimonio y formación en el matrimonio

Bonifacio Fernández, cmf -

Se reconoce que es insuficiente. Pero la formación  que prepara para el matrimonio forma parte de la praxis común. No es ahora el momento de entrar a juzgar la calidad de esa preparación. Por parte de las comunidades cristianas hay mucho que mejorar en dicha preparación. Y por parte de los protagonistas, siempre quedará la impresión de que  no estaban preparados para la convivencia matrimonial. Es algo similar a lo que sucede con la preparación para ser padres.

Por otra parte, es cierto que la sociedad civil todavía no ha tomado en serio esta tarea. Exige formación y preparación para cualquier actividad y profesión. Pero no para esto que la decisión más importante de la vida. Y la consecuencia está siendo que resta felicidad a los cónyuges, que es causa de sufrimiento en las personas, que cuesta mucho dinero a la sociedad el gran número de matrimonios rotos con las consecuencias desastrosas para los hijos.

Pero hoy  quiero poner de relieve la importancia de la formación dentro del matrimonio. En las otras formas de vida cristiana, a saber, vida consagrada y vida sacerdotal, existen programas de formación permanente. Se parte de la convicción de que la fidelidad vocacional es un proceso continuado y contrastado. El crecimiento humano y espiritual no se puede dar por descontado. Hay que incentivarlo, motivarlo, acompañarlo, retomarlo cuando se ha dejado, debido a la rutina o a la desilusión.

Con respecto a la vida matrimonial no existen programas  elaborados  a partir de la experiencia del crecimiento de los cónyuges en su propia relación. La fidelidad matrimonial implica una dinámica de crecimiento. Es un camino apasionante, pero no es fácil. Se requiere mucha  fe y fortaleza para seguir fieles al proyecto de vida forjado durante el noviazgo. No se crece en relación de amor por pura espontaneidad. La fidelidad matrimonial requiere creatividad; es un dinamismo de crecimiento; hay que invertir tiempo y energías en él. Está condicionado por elementos internos y externos. La interacción dentro de la relación conyugal  está sometida también a los distintos ciclos o etapas de la evolución de la biografía personal y de la vida profesional. Cada etapa tiene su don y su tarea: encontrar el lugar en la relación conyugal y en la profesión, durante la primera etapa; la generatividad conyugal y profesional en la edad madura; en la edad avanzada, el don y la tarea de una relación  sosegada y generosa y la búsqueda de la paternidad y maternidad espiritual; en la edad última el don  y la tarea una relación unificada y simplificada, que acoge la fragilidad física con madurez personal y espiritual.

La toma de conciencia de esas etapas y  de la complejidad de los procesos sería  una muy  útil orientación para muchos matrimonios. Sería un gran instrumento de acompañamiento en el crecimiento personal y conyugal. Es cierto que se están haciendo cosas. Es cierto que hay muchos grupos que estimulan y sostienen la creatividad en la fidelidad creativa, en la educación de los hijos. Pero, en el plano de la formación y del acompañamiento pastoral, faltan recursos de sabiduría y experiencia para mostrar el camino de la fidelidad como un viaje apasionante, lleno de novedad y de sorpresa.

El Sínodo de los Obispos sobre la familia que se está trabajando durante estos meses  y terminará en la Asamblea del mes de octubre puede ser una buena oportunidad para avanzar en esta formación en el matrimonio.

    
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