Evangelizando la Imaginación Religiosa

3 de noviembre de 2008

Se supone que una novela es,  antes que  nada, una obra de arte. Por eso es siempre arriesgado intentar usar una novela para tratar de promover, aunque sea de modo sutil, alguna idea política o religiosa. La apologética,  de cualquier clase que sea, no conduce normalmente a una buena obra literaria, independientemente de lo buena que pueda ser la causa.
Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.
William Young corre ese riesgo con una novela reciente, y la más vendida del año, «The Shack» (La Choza) (Windblown Media, Los Ángeles, 2007). Hijo de padres misioneros, Young ha escrito una novela que invita al lector a encontrarse con Dios, no en abstracto, sino específicamente tal como se revela Dios en el cristianismo, como Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Sin querer revelar demasiado la trama de la novela, aquí ofrezco el hilo conductor principal de la historia:  Mack, su héroe, sufre una gran tragedia personal que le deja espiritualmente consternado, con una cantidad de preguntas sin resolver. A través de una serie de circunstancias, acaba pasando un fin de semana en el que tiene el privilegio de conversar de corazón a corazón con el Padre, con el Hijo, Jesús, y con el Espíritu Santo.  En esas conversaciones se logra exponer algo del corazón de la humanidad y del corazón de Dios.

El libro ha sido muy alabado y, a la vez, duramente criticado a través de las diferentes denominaciones religiosas. Sus críticos tienen problemas con su audacia  (¡Menudo valor el de un simple humano, intentando hablar en nombre de Dios!) y por la forma cómo concibe a Dios (bondadoso y condescendiente en demasía).

Personalmente, no estoy de acuerdo con sus críticos. En mi opinión, éste es un libro excelente que presenta una teología de Dios maravillosamente positiva y saludable. Lo recomiendo sinceramente.

Quizás debería yo justificar mi entusiasmo con este comentario: Leo el libro mirando a la esencia, más que a los detalles. Sin duda que hay partes de este libro que necesitarían más calidad, más matices teológicos, especialmente cuando habla del inefable, Dios. La comunidad apostólica y la iglesia primitiva tardaron unos 300 años en ponerse de acuerdo aun en pocos conceptos básicos sobre Dios. Por eso, sin duda, cualquiera que se arriesgue a escribir 250 páginas intentando dar una interpretación contemporánea a esos conceptos básicos no logrará la perfección, ni siempre ni en todas las páginas. Pero este esfuerzo hay que juzgarlo en  su esencia, no basados en algunos detalles que ciertamente necesitarían más matices. El libro no es perfecto, pero en conjunto es excelente.

Lo que Young nos ofrece en «La Choza» es una teología muy saludable sobre Dios  y una reflexión  muy valiosa sobre la naturaleza trinitaria del mismo Dios. Como la primera encíclica del Papa Benedicto XVI,  este libro  se podría titular también: «Dios es Amor». Es un buen correctivo a muchas imágenes populares e intelectuales de Dios que imaginan al mismo Dios como frío, distante, impersonal, e innecesariamente crítico.  El Dios que encuentras en «La Choza»  es personal, afectuoso, atractivo, cariñoso, comprensivo, hasta con sentido de humor; y se parece más al Dios que Jesús predicó  (el Dios que abraza la debilidad del hijo pródigo  y el mal genio de su hermano mayor, que lava los pies de sus discípulos, y que permite que el sol brille tanto sobre los malos como sobre los buenos), que al Dios que encontramos con frecuencia en la teología y eclesiología popular.

El Dios que encuentras en «La Choza» caminará contigo, sea cual sea tu aventura, y, como el Dios de Jesús, quiere más que nada que nos perdonemos unos a otros. En el juicio, dice este Dios, no se trata de castigo o destrucción, sino de poner las cosas en su camino recto y, en último término, se trata de reconciliación y perdón.

¿Cómo responde el Dios que encontramos en «La Choza» a la cuestión del mal? Más o menos como Jesús en la muerte de Lázaro, cuando se le pregunta: ¿Dónde está Dios cuando ocurren cosas malas a la gente buena? Dios  -se nos dice allí-  no nos rescata necesariamente del sufrimiento y de la muerte. Más bien, él se adentra con nosotros en nuestro mismo sufrimiento y  en nuestra muerte y al fin los redime, aunque no inmediatamente.

Dios, a quien en la novela se le pregunta si hubiera podido prevenir la muerte de la hija de Mack, responde: «Sí. En primer lugar, no creándola.  … O, en segundo lugar, hubiera podido elegir intervenir activamente en su circunstancia. Nunca consideré la primera; y la segunda no era una buena opción, por razones que tú probablemente no puedes entender ahora».

Entonces, ¿cuál es la respuesta de Dios al problema del mal? El Dios que encontramos en «La Choza» replica: «En este momento todo lo que tengo que ofrecerte como respuesta es mi amor y bondad, y mi relación contigo«. Esencialmente, lo mismo que Cristo nos ofrece en los Evangelios, no una respuesta intelectual, sino una relación personal.

La verdadera tarea de evangelización consiste hoy mucho más en tratar de evangelizar la imaginación religiosa, en tratar de poner en la imaginación popular imágenes saludables, vitalizantes de Dios. Tenemos bibliotecas llenas de libros de escritura y teología sólidos y ortodoxos. Éstos son importantes, porque sin un cimiento sólido pronto nos desviamos del camino, pero necesitan algo suplementario. ¿Qué? Intentos como éste  de William Young, que traten de evangelizar la imaginación religiosa popular.