PRIMER PASO: LECTIO
¿Qué dice el texto?
Lectura del santo evangelio según Lucas 23, 35-43
Señor, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino
En aquel tiempo, las autoridades hacían muecas a Jesús, diciendo: «A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido.» Se burlaban de él también los soldados, ofreciéndole vinagre y diciendo: «Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.» Había encima un letrero en escritura griega, latina y hebrea: «Éste es el rey de los judíos.» Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: «¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros.» Pero el otro lo increpaba: «¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio? Y lo nuestro es justo, porque recibirnos el pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha faltado en nada.» Y decía: «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino.» Jesús le respondió: «Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso.»
NOTAS BÍBLICAS
Este trozo del evangelio es parte de un conjunto algo más amplio, de los versículos 33 al 49, que tiene dos partes simétricas: 33-39 es paralela a 44-49. Queda en medio el párrafo 40-43 -la parte final del texto litúrgico de hoy-, lo que hace que destaque y sea el centro del mensaje que Lucas quiere transmitir: que Jesús, el injustamente Crucificado, es Dios, y tiene un Reino del que podemos formar parte, si le reconocemos como tal.
Estos versos sobre el llamado buen ladrón son exclusivos de Lucas.
Antes hay otro versículo que supone un inciso en el desarrollo literario, y que interesa a la liturgia de hoy: el verso 38, que habla de un letrero sobre la cabeza de Jesús que decía «éste es el Rey de los judíos». Este epígrafe -que lo mencionan los cuatro evangelistas- indica la causa de la condena. La burla de los soldados romanos se refiere a esta pretensión: Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.
El malhechor también se refiere a ello: Acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino. La frase constituía una petición que los judíos solían hacer a Dios ante su muerte, y que se ha encontrado en alguna lápida del tiempo. Implica una fe de la que no han hecho gala sus discípulos, pues un crucificado -el malhechor, cuyo nombre es desconocido (no se dice que se llame Dimas), y del que no sabemos si estaba a la derecha o a la izquierda, ni mucho menos que fuera un buen ladrón- se dirige a otro crucificado -Jesús- creyendo que puede hacerlo partícipe de un supuesto reino, a pesar de está viendo cómo está muriendo. Es la única vez en Lucas que alguien se dirige a él con el sólo nombre de Jesús.
SEGUNDO PASO: MEDITATIO
¿Qué nos dice el texto?
Distintos laicos hacen una breve sugerencia para la vida seglar. Cada uno contempla el Evangelio desde una dimensión de la vida laical.
DESDE LA FAMILIA
(Hombre, casado, 3 hijos, pertenece a comunidad cristiana y Movimiento Laical)
“Que se salve a sí mismo” le grita el gentío a Jesús. “Sálvate a tí mismo” le espeta el mal ladrón -llamado Gestas por los evangelios apócrifos-. “Tú, mira por tí”, nos dicen todos los días. “Si tú no miras por tí ¿Quién lo va a hacer?” Repite la manida frase. “Tu familia y tu trabajo” es el consejo que escuchamos hasta la saciedad. Lo malo de todo esto es que ese; “mira por tí y por tu familia” la mayoría de las veces implica “y olvídate de los demás”, sobre todo de los pobres, de los que sufren, están solos, marginados, etc.
Y está claro que el camino de Jesús no va por ahí. Pareciera que el Rey del Universo avanza exactamente en dirección contraria a los reyes y poderosos de la Tierra. Estando en la Cruz por amor a los demás, salvando a los demás y perdonando a los demás, perdona y ama hasta el final, como lo hace con el buen ladrón -Dimas-, haciéndonos ver que hemos de mantener la esperanza hasta el final.
desde EL TRABAJO Y la Justicia
(Hombre, separado, 4 hijos, pertenece a comunidad eclesial)
La Palabra hoy resuena como un nuevo clamor de justicia, de fe. Confiar en que Dios es Justo, y en que basta creer en «esa palabra suya» para salvarse, para sanar, para tener paz.
Y también me impacta especialmente el sentido de la justicia y del «buen» temor de Dios del condenado que recuerda que Jesús era castigado sin motivo y en su arrebato de fe y de abandono en el Hijo de Dios.
Y esto me lleva a recordarme y recordarnos cuántas veces se nos olvida ser justos, intentar ver más allá de nosotros, evitar el juicio del otro o incluso ser generoso en nuestra mirada. Nuestra inercia natural siempre es ver el defecto del otro, e incluso consolarnos en el problema ajeno, o en la desdicha del prójimo…como excusa y escondite, antes de asumir nuestra responsabilidad, nuestra carga, de mirar nuestra cruz y ponernos en manos de Dios.
Ese para mí es el eco de este evangelio, el regalo del ajusticiado que se hace responsable de sus hechos, de su vida, y que es capaz de creer y confiar y ponerse en manos de Dios, y de ver la injusta condena del otro desde su propio castigo. Responsabilidad, justicia, generosidad y fe, son los ingredientes que nos regala la imagen de la compañía de cruz de Jesús, y el amor de su acogida y su verbo de paz y consuelo: «…estarás conmigo hoy…», porque has creído, porque has confiado, porque has asumido tu propia cruz y has reconocido la injusticia de la mía.
TERCER PASO: ORATIO
¿Qué nos hace decir el texto?
(Hombre, casado, trabaja, pertenece a movimiento cristiano)
CRISTO, SIN MÁS.
Cristo, Tú, el abrazo fraternal.
Cristo, Tú, el aliento incasable.
Cristo, Tú, el arraigo que nos alimenta.
Cristo, Tú, el criterio de la calidad de vida humana.
Cristo, Tú, el espíritu de la espiritualidad.
Cristo, Tú, el futuro de los futuros.
Cristo, Tú, el hermeneuta de Dios.
Cristo, Tú, el hermeneuta del hombre.
Cristo, Tú, el holístico fascinante.
Cristo, Tú, el horizonte de los buscadores.
Cristo, Tú, el integrador de lo mejor de las culturas.
Cristo, Tú, el más humano de los humanos.
Cristo, Tú, el que concierta en los desconciertos.
Cristo, Tú, el sentido de los sentidos.
Cristo, Tú, el silencio que nos une.
Cristo, Tú, el sustento de nuestro vivir.
Cristo, Tú, el universalista que quita etiquetas.
Cristo, Tú, la acogida sin límite.
Cristo, Tú, la armonía silenciosa.
Cristo, Tú, la belleza que recrea y enamora.
Cristo, Tú, la clave de cualquier cosmovisión.
Cristo, Tú, la compañía persistente.
Cristo, Tú, la estrella polar.
Cristo, Tú, la fecundidad.
Cristo, Tú, la guía del que tiene hambre y sed.
Cristo, Tú, la memoria que nunca falla.
Cristo, Tú, la permanencia santa.
Cristo, Tú, la profundidad de nuestro corazón.
Cristo, Tú, la respuesta veraz.
Cristo, Tú, la tradición liberadora.
Cristo, Tú, la última reserva.
Cristo, Tú, la unificación.
Cristo, Tú, sin más.
CUARTO PASO: CONTEMPLATIO
¿Quién dice el texto?
(Autorizado por el autor, Fano en www.diocesismalaga.es)
ÚLTIMO PASO: ACTIO
¿A qué nos lleva el texto?
(Hombre, 3 hijos, trabaja, pertenece a comunidad cristiana y movimiento seglar)
Hoy celebramos la solemnidad de Cristo Rey. Lejos de sentimientos y connotaciones políticas, sociales y nostálgicas, entendamos que Jesús es un Rey sin poder, sin reino, entendido como espacio o nación donde reinar, pretende que todos los hombres sean hermanos, que no exista ninguna frontera…
Muy distinto a lo que hoy estamos viviendo en la geopolítica, el avance de los nacionalismos, la ultra protección de las fronteras, la protección a las soberanías nacionales por encima de todo…¡Nada que ver con su Reino! Y si esto lo entendemos así, nos debe comprometer a modificar y adecuar nuestras realidades personales y sociales en conformidad al proyecto y los valores que representa el Reino de Dios: No es un Reino de poder, sino de servicio, no es un Reino de enfrentamientos y polarizaciones, sino un Reino de fraternidad, no es un Reino de exclusiones, sino un Reino de amor.
Desterremos de nuestras conversaciones comentarios xenófobos, excluyentes, antinmigración… así estamos yendo en contra de los pilares que fundamentan el Reino de Dios. El reinado de Jesús sólo se puede entender desde la solidaridad universal.
En el pasaje del evangelio de San Lucas nos presenta a Cristo-Rey en una situación bastante comprometida, crucificado y esperando morir en la cruz, en una conversación con el «buen ladrón».
No es baladí, el hecho de presentarlo así por el evangelista, porque nos pone en la tesitura de si entendemos la muerte de Jesús como un fracaso o como el momento supremo de la entrega a una causa, la salvación de todos los hombres. Es ahí donde manifiesta todo su poder: el perdón, la misericordia y la salvación.
Esto nos debe hacer reflexionar en nuestra manera de actuar, ¿cómo, desde el punto de vista de Jesús, se consigue más, desde la atalaya del poder o desde el servicio y el «sentirse nada» ante los demás? Jesús, con su crucifixión y muerte como Cristo-Rey, no conquista el mundo, sino nuestra propia vida, porque consigue nuestra salvación.
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