ESTRENANDO UN NUEVO CURSO
Hoy has abierto los ojos, y te has sentido extraño al volver a oír el despertador
o sentir que te avisaban para levantarte.
Todavía te costaba creerte que había que volver, otra vez, a clase.
¡Y a qué horas! Pero has conseguido levantarte, después de pelear un rato
con las sábanas y el colchón, que te sujetaban con fuerza.
Un paso por el cuarto de baño, tal vez por la ducha, la ropa,
un desayuno rápido, los libros y ¡a la calle!
El sol estaba ya en su sitio, pero ni siquiera te has fijado demasiado en el color del cielo.
Te has cruzado con un montón de caras, más o menos despiertas, en la calle,
en el metro, en el autobús o en la carretera.
Tampoco les has prestado demasiado atención, enfrascado en tus pensamientos.
Te has ido encontrado con tus compañeros de clase
(tal vez les has dado un «buenos días»: hermoso y mecánico deseo
de que todo les vaya bien hoy).
Luego has agarrado la escalera y te has dirigido a tu clase, a tu mesa.
Y aquí estás. ¿Qué nos contarán hoy?
Pues ahora lo que quiero contarte es una simple pregunta:
¿Te has acordado para algo de Dios? ¿Te has puesto en sus manos?
¿No tenías nada por lo que darle las gracias? ¿Nada que decirle?
¿Sabes que hay muchos hombres que al abrir esta mañana sus ojos
no han podido ver ninguna luz?
¿No has caído en la cuenta de que hoy muchos hombres
tendrán que permanecer todo el día en su cama, entre tubos, medicinas y dolores?
¡Cuántos hombres sobre la tierra necesitan ayuda para vestirse, o tal vez no tienen ropa!
¡Y cuántos no disponen de un poco de agua o un vaso de leche caliente!
Muchos hermanos tuyos no han podido despedirse de sus padres porque ya no los tienen.
Y otros no tienen oportunidad de estudiar, o nadie les dirige un saludo,
o querrían estar ya en Bachillerato y no lo han conseguido o…
Hay quienes hoy se han levantado para vivir las últimas horas de su vida.
Tú mismo puedes continuar la lista…
Un curso que estás estrenando hoy, en el que profesores y compañeros
procurarán estar cerca de ti, y darte lo mejor.
También tú tienes algo que darles. Dios te ha llenado de dones
y ha puesto a tu alcance un montón de medios para que seas feliz,
aunque no te falten dificultades y problemas.
Y está esperando contar contigo para que hoy hagas un mundo un poco mejor,
para que al irte a la cama por la noche, puedas decir:
¡ha merecido la pena el día de hoy, he podido ser feliz!
O mejor: he hecho feliz a alguien, he hecho algo por alguien.
Aunque sólo sea una oración:
por esas personas que te has cruzado en la calle,
por tus compañeros, profesores y demás personal del Colegio
por los que no tienen la suerte que tú,
por tus padres, que hacen su esfuerzo para que tú estés en esa mesa,
por ti mismo: que deseas aprender, y madurar y conocerle un poco mejor.
¡Ojalá que ningún día se te pase sin tener un pensamiento para Él!
Algo que contarle, pedirle, agradecerle.
Aunque sean unos solos minutos.
Ojalá que yo te pueda ayudar en esta bella tarea, y ores cada día conmigo.
Ojalá que también tú nos ayudes algún día con tu oración.
Ojalá que Él, tu Dios, pueda decir de ti cada día: ¡Lo has hecho bien!
Ahora, simplemente, di conmigo esas palabras que sabemos que le agradan
porque nos las enseñó su Hijo Jesús: Padre Nuestro…
Enrique Martínez, cmf