¿Eres un cristiano practicante?

23 de junio de 2025

Examinando la propia. vida

Los Hechos de los Apóstoles dicen que fue en Antioquía donde a los seguidores de Jesús se les llamó por primera vez “cristianos”.

Una vez escuché una homilía desafiante en la que el sacerdote preguntó: “Si te llevaran a juicio acusado de ser cristiano, ¿habría suficientes pruebas para declararte culpable?” Una pregunta interesante, sin una respuesta sencilla. ¿Cómo seríamos juzgados? ¿Qué sería una prueba clara de que somos cristianos?

Crecí en una cultura católica en la que había ciertos criterios aceptados para considerar a alguien “católico practicante”. Por ejemplo: ¿Vas a misa regularmente? ¿Cumples el sexto mandamiento? ¿Tu vida matrimonial está en orden? Más recientemente, tanto entre católicos como en otras iglesias cristianas, se ha puesto mucho énfasis en juzgar tu fe por tu postura ante ciertos temas morales, como el aborto o el matrimonio entre personas del mismo sexo.

Pero, ¿qué decía Jesús sobre qué significa ser un cristiano practicante?

No hay una respuesta simple. Jesús, los evangelios y el resto del Nuevo Testamento son profundos y complejos. Por ejemplo, cuando Jesús habla de cómo seremos juzgados al final, no menciona ir a misa, ni guardar el sexto mandamiento, ni nuestra opinión sobre el aborto o el matrimonio gay. Solo menciona estos criterios: ¿Diste de comer al hambriento? ¿Diste de beber al sediento? ¿Acogiste al extranjero? ¿Visitaste a los enfermos? ¿Fuiste a ver a los presos?

Si estos fueran los criterios principales con los que se nos juzgara, ¿cuál sería el veredicto?

Luego está el sermón del monte. Jesús, al hablarnos de lo que significa ser su discípulo, pregunta: ¿Amas a los que te odian? ¿Bendices a los que te maldicen? ¿Haces el bien a los que te hacen daño? ¿Perdonas a los que te han herido? ¿Incluso al que te mata? ¿Amas más allá de tus instintos naturales? ¿Alguna vez has puesto la otra mejilla de verdad? ¿Irradias la compasión de Dios, que se extiende igual a todos, tanto a buenos como a malos?

Otra vez, ¿cómo se sostendría nuestro seguimiento de Jesús si nos juzgaran con estos criterios?

Sin embargo, hay otros criterios clave para saber si somos verdaderamente seguidores de Jesús.

Uno de ellos tiene que ver con la comunidad. La Biblia nos dice que Dios es amor, y que quien permanece en el amor, permanece en Dios, y Dios en él. La palabra usada para amor en este contexto es “ágape”, que también puede traducirse como “existencia compartida”. Dios es existencia compartida, y quien comparte su vida en comunidad, vive en Dios.

Si eso es verdad (y lo es), entonces, cada vez que vivimos dentro de una familia o de una comunidad, somos cristianos practicantes. Claro que esto no se puede reducir simplemente a ir a misa o a pertenecer a un grupo de iglesia, pero sí apunta claramente a formar parte de una comunidad con sentido. Entonces, ¿ir a misa me convierte en cristiano practicante?

Por último, hay otro criterio fundamental. Jesús, en su vida terrena, nos dejó un solo rito: la Eucaristía. La noche antes de morir, instituyó la Eucaristía y nos pidió seguir celebrándola hasta que Él regrese. Durante 2000 años, hemos sido fieles a esa invitación: hemos mantenido viva la Eucaristía. Según el teólogo Ronald Knox, esto representa “nuestro gran acto de fidelidad”, ya que en otras cosas no siempre hemos sido constantes. A veces no hemos puesto la otra mejilla, no hemos amado al enemigo, no hemos alimentado al hambriento ni acogido al extranjero, pero en algo sí hemos sido fieles a Jesús: hemos seguido celebrando la Eucaristía. Al menos en eso, sí hemos sido cristianos practicantes.

Entonces, si un jurado tuviera que decidir si somos cristianos o no, ¿podría la prueba más clara ser que participamos habitualmente en la Eucaristía? ¿Podría este solo acto ser suficiente para demostrarnos como cristianos practicantes?

Entre todos estos criterios posibles, ¿cuál es el que realmente define a un cristiano practicante?

Tal vez el camino más útil no sea comparar estos criterios para ver cuál es el más importante, sino centrarnos en el verbo “practicar”.

Practicar algo no significa que ya lo dominas, ni que seas experto, y mucho menos perfecto. Solo significa que estás trabajando en ello, que estás intentando mejorar.

Dada nuestra condición humana, todos tenemos limitaciones para vivir plenamente como discípulos de Jesús. Como quien trata de aprender a tocar un instrumento o a mejorar en un deporte, todos estamos aún en proceso. Por eso, en la medida en que intentamos mejorar en dar de comer al hambriento, acoger al extranjero, amar al enemigo, mostrar la compasión de Dios, vivir en comunidad y participar regularmente en la mesa de la Eucaristía, entonces, sí: somos cristianos practicantes.

Artículo original en inglés

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