El superávit, para los pobres
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Es el secretario general de Caritas más joven que haya
tenido nunca la institución en sus 60 años de
existencia. Silverio Agea llegó al cargo con 28
años y en él sigue, camino de su tercera
reelección. Preparado, cercano, afable, respetuoso y
plenamente vocacionado, este laico granadino casado se siente tan feliz con el trabajo que desempeña que hasta rechazó
ofertas laborales mucho más suculentas. Asegura que el
rostro de la pobreza ha cambiado y pide al Gobierno que
“dedique el superávit a los que menos
tienen”.

Estadístico de profesión, Silverio Agea
comenzó muy joven a conectar con Caritas y, de la mano del
que después sería presidente nacional,
José Sánchez Faba, se incorporó a la
organización en Granada, para convertirse pronto en su
secretario. Y de Granada a Madrid, en el mismo cargo, pero a nivel
nacional desde 1999. Y no le pesa ni el tiempo ni el trabajo.
“Me siento
realizado y feliz. Esto es algo más que un
trabajo. Es una opción de vida. Cobro por trabajar en el
corazón de la Iglesia”.
Sólo echa de menos el tener que estar tanto tiempo
en la oficina y, menos, a pie de obra. Porque, “cuando tocas
de cerca a los pobres, no te acomodas y te tornas menos
consumista”.
Al mismo tiempo es consciente de que está
liderando a la “joya
de la Corona” de la Iglesia. Y
también de lo que supone el reto de estar al frente de
“una de las instituciones sociales más valoradas.
Porque lo difícil es mantenerse ahí”.
Recuerda el ya
largo camino recorrido por Caritas. Desde el mero
asistencialismo (“repartíamos la leche del plan
Marshall) hasta ahora, en que la organización combina la
intervención, la asistencia, la promoción y hasta
la prevención.
Con cifras que lucen más que el sol. Por ejemplo,
la entidad cuenta con 6.000 Cáritas parroquiales, 60.000
voluntarios (“una red que llega hasta donde no llega la
Coca-Cola”) y un
presupuesto de 184 millones de euros (unos 30 mil
millones de pesetas), el 60% del cual procede de donativos privados.
La pujanza de la institución se percibe,
según su secretario, incluso en que el 20% de su voluntariado
está integrado por personas jóvenes,
que son las que movilizan las campañas de
sensibilización o de deuda externa, por ejemplo.
También tienen muchos jubilados y donde cuentan con menos
voluntarios es en la franja de los 40-50, “porque tienen
más ocupaciones y menos tiempo disponible”.
¡Algunos “pecados”
tendrá la institución! Agea segura que
“el mayor pecado de Caritas es su complejidad, que la
convierte en una institución
pesada y lenta, porque hay que convencer a las 68 Caritas
diocesanas, respetando mucho los procesos que son muy
largos”. Pero aún este pecado estructural, el
secretario lo convierte en virtud: “El proceso es lento, pero
recoge todas las sensibilidades y, al final, alcanzamos modelos
compartidos por todos”.
Otro reto en este camino de mejora de la
institución es incorporar en sus procesos a los
destinatarios de su ayuda, a los más necesitados. “Los pobres tienen voz.
No queremos sustituirlos. En todo caso, sólo queremos ser su
altavoz. Hay que incorporar a los pobres, para que colaboren a fondo y
se sienten miembros de la organización de pleno
derecho”.
Silverio niega
que la institución sienta el aliento de los obispos en el
cogote. “Durante todos estos años,
nunca recibí una instrucción política
por parte de los obispos para manejar a la organización.
Siempre me han respetado un montón”.
Quizás porque en Caritas siempre contaron con obispos muy
“sensibles”. Desde el recordado monseñor
Osés, hasta monseñor Echarren o sus actuales
responsables, monseñor Omella y monseñor
Milián. De estos últimos, Agea subraya
“su gran sensibilidad hacia los pobres y u enorme capacidad
de dar cancha a los laicos”.
El secretario de Caritas rompe incluso una lanza por el cardenal Cañizares,
con el que coincidió en Granada. “Siempre se
mostró abierto a los temas sociales y siempre escucho mis
planteamientos. Solía decir que atender a los más
necesitados pasaba por delante de la construcción de un
templo”.
Unos pobres, cuyo rostro está cambiando en
profundidad en estos años, sobre todo a causa de la inmigración.
“Los emigrantes no nos vienen a robar el trabajo. Vienen a
dar cariño a nuestros familiares. Hemos subcontratos y
dejado en sus manos esta labor de cuidar y mimar a nuestros
niños y a nuestros ancianos”.
De todas formas, Agea subraya con ardor que “pobre no es sólo el
que no tiene dinero”. Y cita como ejemplos de
pobreza a los ancianos que están solos, a los enfermos de
Alzheimer o a los enfermos mentales. “A todos ellos los
tenemos hoy como trastos que arrinconamos”.
En cuanto a las políticas sociales, a Agea no le
duelen prendas a la hora de reconocer la buena labor del Gobierno
socialista en este ámbito.
“Felicitamos al Gobierno por la ley de dependencia, por
ejemplo, pero queremos más, le pedimos más. Le
pedimos que, junto a los pilares de la sanidad, educación y
pensiones, se añada el pilar del bienestar social”.
Y más en concreto, el secretario general de
Cáritas pide “que
el superávit se dedique a los que menos tienen”.
Porque, aunque en estos momentos “no se pasa hambre en
España, sigue habiendo muchas chabolas y muchos
guetos”.
Además del ámbito interno, Caritas
española tiene un pié en el Tercer Mundo. En
muchos países y en muchos programas. Y sobre todo, siempre
que hay una catástrofe. Aún así
reconoce que se trata de un sector que “Caritas tiene que
priorizar todavía más”.
Porque “el ideal de Caritas es desaparecer, pero no
lo podremos hacer mientras haya pobres en el primer, en el segundo o en
el tercer mundo”. Tanto aquí como allí,
Caritas seguirá siendo, pues, el “ángel
de la guarda” de los pobres. Y Silverio Agea, su abogado
defensor.