Señor, llegar al pozo y encontrarte
 cansado, hambriento, allí sentado,
 siempre dispuesto a dar tu agua viva,
 siempre dispuesto a perdonar todos mis pecados.
 
 Y poder volver de allí saciado
 arrebatado por el calor del mediodía,
 pero salir con el alma refrescada.
 Llegar al pozo, Señor, con mi vergüenza,
 y descubrir allí que Tú me amas,
 Sentir el dulce alivio de mi culpa,
 sentir tu paz rodeándome el alma.
 Dejar allí mi angustia y mi pecado
 cual cántaro que ya no vale nada.
 Dejar allí, en tus manos, mi cruel culpa
 y volver con la vida renovada.
 De rodillas, Señor, en este pozo,
 donde diste tu agua a la Samaritana,
 yo te pido de beber, Maestro amigo,
 Fuente de vida que sólo en Ti se halla.
 Y ya siento que mis pies corren ligeros,
 y que mi cántaro ya no pesa nada,
 y que mi boca se abre en alabanzas
 porque te encontré junto al pozo, esta mañana.                
				
                    



