
No sé si te sucede a ti como a mí, que al imaginar en labios del Señor los diálogos que mantuvo con los suyos después de resucitar, conmueven por dentro simplemente trayéndolos a la memoria
¡Qué fuerza tienen las pocas palabras que pronuncia Jesús! Son capaces de cambiar enteramente el corazón
“Paz a vosotros.”
“Id a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea.”
“¡María!” “Suéltame”.
“Simón, hijo Juan, ¿me amas?”
“Sígueme”.
“¡Qué necios y torpes sois para entender!”
“Trae tu dedo, aquí tienes mis manos”.
“Dichosos los que crean sin haber visto.”
“Echad la red a la derecha.”
“Traed de los peces que acabáis de coger”.
“Vamos, almorzad”.
“Recibid el Espíritu Santo, a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados”.
“Id al mundo entero y proclamad el Evangelio”.
Haz la prueba y quédate, por un tiempo, con una de las preguntas que hace Jesús a sus discípulos cuando se presenta ante ellos resucitado:
“¿Qué conversación es esa que traéis por el camino?”
“¿Tenéis algo de comer? ¿Tenéis pescado?”
“¿Me amas más que estos? ¿Me amas? ¿Me quieres?”
Recurrimos de nuevo a la maestra espiritual, Santa Teresa, para comprender mejor lo que se oye en el corazón de parte de Dios:
 
				 
                    



