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EL MALDITO DE LA CUEVA: GÜIGÜICHU

Vlad Tepes -
La Navidad es un tiempo cargado de matices y contenidos. Unos días familiares, si, pero también llenos de inconsciencia. Los niños trasnochan hasta caer inconscientes, algunos beben hasta caer inconscientes y muchos gastan dinero de manera inconsciente. Sin embargo, no voy a referirme ahora a ese ángulo tan característico y entrañable, teniendo en cuenta que también es una época en la que el amor y la felicidad inundan nuestros corazones. Recordaré, por tanto, la banda sonora de la Navidad, ese sonido empalagoso, dulzón y en cierto modo hortera con el que nos flagelamos durante dos o tres semanas hasta caer inconscientes. Esto ha cambiado mucho, este país no es el que era, ya no se escuchan apenas aquellas bellezas musicales en la voz de Bing Crosby, con aquellos coros angelicales que aportaban un tono casi cultural a las fiestas navideñas. También ha sido relegado aquel tributo patrio a estas señaladas fechas, aquel “vamos pastores, vamos, vamos para Belén…” con el que Manolo Escobar, que siempre ha cantado valiente, nos emocionaba y nos ponía los pelos como escarpias mientras de fondo los niños de San Ildefonso nos trepanaban los oídos. Aquel si era un sonido inimitable e inigualable (bueno, quizá porque ningún productor se ha dado cuenta del filón que supondría hacer lo mismo ahora con el Bisbal, que es Manolo Escobar con rizos). Ni siquiera se oye ya esa aportación internacional y machacona del tamborilero de Raphael. Ahora lo que se canta en todas las casas, lo que suena de forma constante (hasta caer inconscientes) es el GÜIGÜICHU, que de unos años para acá ha ido ganando posiciones hasta convertirse en pieza imprescindible en cualquier sobremesa turronera que se precie. El GÜIGÜICHU lleva camino de convertirse en una de las canciones más conocidas, incluso por encima de la Macarena de Los del Rio, que mira que ha dado de bailar. Nadie conoce a nadie capaz de tararear alguno de los villancicos de Rosa de España, la oronda y triunfita cantante que está intentando en esta época reiniciar una carrera que nunca ha existido realmente. Nada como el GÜIGÜICHU, popular, pegadizo, al alcance de todos, proletarios y burgueses, sea cual sea nuestra procedencia económica, geográfica y social. Ni siquiera ese punto de clase y de nivel que ha supuesto la felicitación navideña de Julio Iglesias, cantando a dúo con Miranda, no. El GÜIGÜICHU nos une a todos, nos hermana, nos inunda de ese espíritu navideño tan importante en esta época de nieves, fríos y tardes en casa ganando peso y perdiendo dinero a las cartas. El GÜIGÜICHU lo conocemos todos porque es del pueblo, porque expresa el deseo que todo bien nacido tiene para los demás en un espacio en el calendario en el que los planes, los proyectos, la felicidad y la unión, son tan importantes. Porque es una tarjeta sonora de felicitación navideña con la que me vais a permitir que os salude desde esta cueva, en la confianza de tener la posibilidad de estar con vosotros durante el próximo 2005. GÜIGÜICHU OH MERY CRISMAS, GÜIGÜICHU OH MERY CRISMAS, GÜIGÜICHU OH MERY CRISMAS, AN JAPI NIU YIR     
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