El Espíritu vino sobre María, 
     y todos los hombres descubrimos la humanidad
 El Espíritu vino sobre María, 
     y apareció en un pesebre la bondad de Dios y su amor a los hombres.
 El Espíritu vino sobre María,     
     y se hizo realidad la unión de la dulzura divina y humana.
 El Espíritu vino sobre María, 
     y el hombre descubrió su grandeza.
 El Espíritu vino sobre María, 
     y, desde entonces, siempre habrá una estrella en el camino de quien busca.
 El Espíritu vino sobre María, 
     y nuestro clamor por una total plenitud  
     es el eco de la voz de Dios que resuena dentro del corazón de cada hombre.
 El Espíritu de Dios vino sobre María, 
     y toda la creación, todo ser, todo hombre, 
     aun sin saberlo, gime con dolor aguardando la salvación.                
Jueves de la XXX Semana del Tiempo Ordinario
Lucas 13,31-35: No cabe que un profeta muera fuera de Jerusalén
                             
				 
                    



