El Espino y el perdón

23 de febrero de 2007
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    Un hombre caminaba por un camino, contemplando la belleza a su alrededor, cuando sintió que tenía una herida. Miró a un lado y vio que un espino le había hecho un corte en la pierna.
Pero el paisaje era tan hermoso que decidió no darle mucha importancia y, volviéndose hacia la planta, murmuró: – Te perdono.

    Horas más tarde, otro hombre caminaba por el mismo camino,Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos. también contemplando la belleza de Dios en la puesta de sol frente a sus ojos, cuando el mismo espino lo hirió.
Él se limitó a mirar al espino, se limpió la sangre que le salía y siguió adelante.

    Un ángel, que lo había visto todo, se dirigió al Señor y le dijo:
    – Hoy he visto a un santo que perdonó a un espino. Y he visto también a un hombre sin corazón que también ha sido herido y no ha dicho nada.
    – Pues estás completamente engañado -respondió el Señor-. Claro que el primero es un hombre de bien, pero el segundo, además de santo, es también muy sabio.
    – ¿Cómo es posible? -insistió el ángel, sorprendido con la respuesta del Todopoderoso-. Él no tuvo la grandeza de decir nada, ¡simplemente siguió su camino!
Dios interrumpió al ángel:
    – El hijo injustamente reprendido por el padre, aunque entienda que el gesto es fruto de un amor tal vez excesivo, no tiene necesidad de perdonar a nadie, sino tan solo de aceptar lo ocurrido. De esta manera, la herida no hiere y el perdón no humilla.

    “El espino nació para usar sus espinas. Aunque quisiese, nunca podría perfumar el ambiente a su alrededor. El primer hombre, al sentir el dolor del pinchazo, echó la culpa al espino, y como es puro de corazón, lo perdonó. El segundo hombre también se hirió; pero como sabe que todos los espinos son así, no se sintió ofendido. Y como no tenía nada que perdonar, no perdonó.”

Y concluyó:
    – Cuando el alma sangra por algo que sabemos que hiere, de nada sirve ni culpar ni perdonar.

    Ana Margarida, citado por P Coelho

    

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