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El declive del perdón

Ron Rolheiser -

En un número reciente de la revista Comment, Timothy Keller, teólogo y pastor de la Iglesia Presbiteriana del Redentor en la ciudad de Nueva York, escribió un perspicaz artículo titulado "El declive del perdón", en el que destaca cómo, cada vez más, el perdón está siendo visto como una debilidad y una ingenuidad.

Comienza señalando un par de casos de perdón muy publicitados. En 2015, Dylann Roof disparó a nueve miembros dentro de una iglesia afroamericana en Carolina del Sur y fue perdonado públicamente por los familiares de sus víctimas. Y en 2006, cuando un pistolero disparó a diez niños amish en el aula de una escuela en Pensilvania y luego se suicidó, la comunidad amish de ese país no sólo lo perdonó, sino que fue a visitar a su familia y les expresó sus condolencias por su pérdida. ¿Cuál fue la respuesta general? ¿Admiración por la extraordinaria generosidad y bondad? No, eso no. En general, estos casos de perdón se juzgaron como un radicalismo ingenuo y como algo inútil.  ¿Por qué? ¿Por qué no se reconocen estos como ejemplos de manifestación nobleza humana, sino también como manifestación sublime de la religión?

Keller sugiere que hay varias razones para ello, pero señala dos en particular. Somos una "cultura terapéutica" (donde sólo importan nuestra propia verdad y nuestros sentimientos) y una cultura que tiene una "religión sin gracia" (su visión y su virtud no van más allá de lo que resuena en nuestras emociones y en nuestra fuerza de voluntad).  De ahí que nuestra cultura vea el perdón de forma más negativa que positiva.  Para ella, el perdón permite que la opresión mantenga su poder y, por lo tanto, permite que el ciclo de violencia y abuso continúe. Al igual que una familia que se niega a enfrentarse a un miembro alcohólico, permite el abuso en lugar de detenerlo y posibilita la continuación de una situación enfermiza. El perdón es entonces una injusticia más para quien ha sido violentado y puede conducir a una forma de autodesprecio, a la aceptación de una humillación que destruye la propia imagen, a una mayor pérdida de dignidad. Además, la presión moral para perdonar puede ser una carga más para la víctima y una salida fácil para el agresor. ¿Es correcta esta lógica?

Desde un punto de vista puramente emocional, sí, parece correcta; pero es errónea cuando se analiza más profundamente. En primer lugar, es evidente que la venganza sólo produce más venganza. La venganza nunca ablandará un corazón ni ayudará a cambiarlo. Sólo el perdón (análogo a la diálisis) puede eliminar la violencia y el odio de una relación. Además, en palabras de Martin Luther King, cualquiera que carezca del poder del perdón también carece del poder del amor. ¿Por qué? Porque cada uno de nosotros será herido por otros y herirá a otros en cada una de nuestras relaciones. Ese es el precio de la comunidad dentro de la inadecuación humana. Por eso, las relaciones a todos los niveles, personales y sociales, sólo pueden sostenerse a largo plazo si existe el perdón. 

Además, con Jesús, el perdón se convierte especialmente en la más importante de todas las virtudes. Es lo que decide si vamos al cielo o no. Como nos dice Jesús en el Padrenuestro, si no podemos perdonar a los demás, Dios no podrá perdonarnos a nosotros. ¿Por qué? Porque la mesa del banquete, la comunidad de vida eterna sólo está abierta a todos los que están dispuestos a sentarse con todos. Esto no lo puede cambiar Dios. Sólo nosotros podemos abrir nuestro corazón lo suficiente como para sentarnos con todos.

Recientemente, debido a algunas de nuestras luchas eclesiásticas internas, varios grupos han intentado señalar una cuestión moral concreta como prueba de fuego del discipulado cristiano. Para muchos, esta prueba de fuego es el aborto; otros eligen la asistencia a la iglesia o alguna otra cuestión. ¿Qué podría servir como prueba de fuego para el discipulado cristiano? Justamente esto: la voluntad de perdonar. ¿Puedo perdonar a alguien que me ha hecho daño? ¿Puedo perdonar a alguien a quien odio y que me odia? Ese reto es el más importante de las enseñanzas de Jesús.

Dicho esto, también hay que decir que el perdón no es sencillo ni fácil. Por eso, en la espiritualidad judeocristiana del Sábado, existe una espiritualidad ( poco conocida) del perdón. Como sabemos, el mandato de celebrar el sábado nos pide que honremos este ciclo en nuestras vidas: Trabajar durante seis días - descansar un día. Trabajo de siete años - descanso de un año.  Trabajar siete veces siete (cuarenta y nueve) años - tener un descanso mayor (sabático). Trabajar durante toda la vida - y luego tener un descanso sabático para la eternidad.

Pues ese es también el ciclo del perdón.  En la espiritualidad del Sabbath: Puedes guardar un rencor leve durante seis días - luego debes dejarlo ir. Puedes guardar un rencor mayor durante siete años - entonces necesitas dejarlo ir. Puedes guardar un rencor que te destroce el alma durante cuarenta y nueve años - entonces debes dejarlo ir. Puedes guardar un rencor que arruinó tu vida hasta tu lecho de muerte - entonces necesitas dejarlo ir. Ese es el último imperativo moral cristiano. Desmond Tutu dijo una vez: "sin perdón no hay futuro". Es cierto, en ambos lados de la eternidad.

    
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