El agua que sana (IV Martes de Cuaresma)

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IV Martes de Cuaresma

(Ez 47, 1-9. 12; Sal 45, Jn 5, 1-3. 5-16)

El agua que sana

Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.Es fácil descubrir la concurrencia que hoy se da en las lecturas. En el primer texto contemplamos el agua que mana del santuario, del lado derecho: “Me sacó por la puerta septentrional y me llevó a la puerta exterior que mira a levante. El agua iba corriendo por el lado derecho” (Ez 47, 2). El salmista alude al correr de las acequias, que alegra la ciudad de Dios (Sal 45). Y la escena evangélica se sitúa junto a la piscina probática.

El agua es vida, y se puede interpretar como figura profética y simbólica del agua bautismal. La fecundidad que produce la corriente del santuario -“A la vera del río, en sus dos riberas, crecerán toda clase de frutales; no se marchitarán sus hojas ni sus frutos se acabarán; darán cosecha nueva cada luna, porque los riegan aguas que manan del santuario” (Ez 47, 12)- y la rehabilitación del paralítico que obra Jesús: -«¿Quieres quedar sano?» El enfermo le contestó: -«Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se remueve el agua; para cuando llego yo, otro se me ha adelantado.» Jesús le dice: -«Levántate, toma tu camilla y echa a andar.» (Jn 5,8), son imágenes que evocan la gracia bautismal.

Considerando la expresión de Jesús “Levántate”, comprendemos que no tiene solamente el sentido de una curación física. San Pablo emplea el mismo verbo en un contexto pascual, de vida nueva. “Despierta tú que duermes, y levántate de entre los muertos, y te iluminará Cristo” (Ef 5, 14).

Se nos llama a beber del manantial de la vida, a colocarnos junto a la corriente que nace del costado del Salvador, de donde brota la gracia de los sacramentos de la Iglesia, y a gustar la nueva vida de hijos de Dios, criaturas nuevas.

Santa Teresa de Jesús

La maestra espiritual alude al agua para explicar las formas que hay de orar: “Pues veamos ahora de la manera que se puede regar, para que entendamos lo que hemos de hacer y el trabajo que nos ha de costar, si es mayor que la ganancia, o hasta qué tanto tiempo se ha de tener. Paréceme a mí que se puede regar de cuatro maneras: o con sacar el agua de un pozo, que es a nuestro gran trabajo; o con noria y arcaduces, que se saca con un torno; yo lo he sacado algunas veces: (17) es a menos trabajo que estotro y sácase más agua; o de un río o arroyo: esto se riega muy mejor, que queda más harta la tierra de agua y no se ha menester regar tan a menudo y es a menos trabajo mucho del hortelano; o con llover mucho, que lo riega el Señor sin trabajo ninguno nuestro, y es muy sin comparación mejor que todo lo que queda dicho” (Vida 11, 7).

A la hora de narrar las visiones, alude también a la llaga que le muestra el Señor. “Un día, después de comulgar, me parece clarísimamente se sentó cabe mí nuestro Señor y comenzóme a consolar con grandes regalos, y díjome entre otras cosas: «Vesme aquí, hija, que yo soy; muestra tus manos», y parecíame que me las tomaba y llegaba a su costado, y dijo: «Mira mis llagas. No estás sin mí. Pasa la brevedad de la vida». (Las Relaciones 15, 6).