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Doña Maya y Don Barro

Cipecar -

          Doña Maya era una persona alta, delgada y con grandes estudios. Le gustaba caminar con la frente alta y mirar a los demás por encima del hombro. Sabía hablar muy bien y, sobre todo, era muy presumida. Lo que más le gustaba era subirse al campanario de la iglesia y tocar las campanas para que todo el pueblo dijera .¡Qué bien toca!, ¡Qué guapa es!..
Cuando el pueblo se reunía en Concejo, se colocaba en un alto, hablaba la primera y decía cosas tan ocurrentes que ya nadie se atrevía a intervenir. Así, Doña Maya se fue volviendo orgullosa, tan orgullosa que despreciaba a los demás y los consideraba inferiores.

           Don Barro era un hombre bajo, más bien feo y regordete y su cara tenía un color rojo saludable. Él se sentía pequeño, como ruin y sin importancia. Era de pocas palabras, un tipo casi silencioso y siempre pensativo. Cuando le hablaban mal de los demás, él no decía nada; se quedaba mirando a la persona que echaba sapos por la boca.
       Por este motivo le habían apodado "el pasmao". Nunca dejó de hacer un favor a nadie que se lo pidiera. Los niños decían que tenía cara de hogaza de pan, por lo bueno que era, claro. Por las noches le gustaba mirar las estrellas y escribir pensamientos ingenuos como: «quien ayuda a los demás se ayuda a sí mismo», «la sonrisa es la puerta que abre el corazón de la fantasía». Luego, los convertía en barcos de papel y los arrojaba al río del lugar. No era la perfección moral, pero sí honrado y sano.

        Un día, un mago llamado Zumaj se presentó en el pueblo.
Doña Maya tocaba las campanas, mientras el pueblo, congregado para la misa del domingo, aplaudía sin parar.
— "¡Sed como yo!", decía. "Fijaos en mí; mi inteligencia es tan grande que ninguno de vosotros se puede igualar."
El mago Zumaj se quedó sorprendido ante tanto orgullo y le lanzó una maldición:
— "Por ser tan engreída, a partir de ahora desaparecerás 11 meses y tus convecinos sólo te podrán ver un mes al año. Estarás sobre un alto pedestal, inmóvil, y muchos vendrán a verte y a admirarte. Durante ese mes serás la admiración de todos, pero hibernarás durante los 11 meses restantes"
— "¡Pero...... no podré tocar las campanas!", dijo enfadada Doña Maya.
— "Tarde o temprano, los que se creen superiores y miran a los demás desde lo alto, terminar por caerse de su campanario y son condenados al olvido", sentenció el sabio Zumaj.

       El mago siguió su camino y se encontró al bueno de Don Barro que estaba cuidando el jardín de la plaza. Lo hacía de noche para que nadie pudiera ver su gesto desinteresado. Zumaj le miró a los ojos e inmediatamente adivinó en ellos su bondad. Se acercó a él y le dijo:
— "A partir de hoy, serás un hombre importante. Tú serás imprescindible para hacer todo tipo de vasijas y cacharros. En ti se guardará el agua que calmará la sed y tu cuerpo albergará la comida que saciará el hambre. De ti saldrán hermosos adornos y servirás para calentar los pies de estas gentes en las noches frías del invierno"
— "¿Un hombre importante........ yo?" replicó Don Barro.
— "Te aseguro que dentro de ti guardas tesoros más preciosos que la belleza; cosas tan bonitas como hacer felices a los que te rodean. Eres un cántaro inagotable de alegría y de creatividad", respondió el mago.

       Estas son las dos historias de un pueblo pequeño del norte de España. Doña Maya aparece, en forma de monigote colgada de un palo alto, todos los años el 1 de Mayo y desaparece el 31 del mismo mes.
      Don Barro es el alma de la alfarería, y, cada día, los alfareros hacen pequeños milagros confeccionando hermosas vasijas a partir de un feo bolo de arcilla.
         ¿Sabéis qué ha sido del mago Zumaj? Cuentan que se quedó para siempre en este valle vigilando a Doña Maya y trabajando con Don Barro. Por cierto, el nombre del valle tiene mucho que ver con el mago. ¿Habéis probado a leer su nombre al revés?. Hay gente que deja una huella profunda por donde pasa, ¿verdad?
www.cipecar.org
    
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