Dejar padre y madre

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Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.Es un buen ejercicio. Se trata de ir creciendo en intimidad y en responsabilidad al mismo tiempo, sea en una relación conyugal, de amistad, de fraternidad. La construcción de cualquiera de estas relaciones requiere “trabajo fino”. Cada uno somos los gestores de nuestra vida. Cada uno somos responsables de gestionar nuestras necesidades humanas relacionales. Somos responsables de señalar el territorio de nuestra intimidad y de la protección del mismo o de abrirlo y compartirlo con otra y otras personas. Estamos llamados a vivir activamente nuestros dones a lo largo de la vida, y, al mismo tiempo, tentados de dejarnos vivir por las circunstancias. La verdad es que sólo la relación íntima y responsable es creadora de unidad y de felicidad en las personas.

Esposas/padres

Aconteció hace dos semanas. Fue en una reunión de formación de matrimonios líderes de un movimiento matrimonial. La tarea formativa consistía en averiguar cómo cada uno gestiona los roles de padre o niño dentro de la relación de pareja. Resultó que, en el intercambio del grupo, la mayor parte de los esposos y padres adoptan predominantemente la figura del niño. Adoptan la forma de dejarse llevar.

Tienen comportamientos de “niños” dóciles, que no asumen iniciativas innovadoras y creativas. Las decisiones respecto a la vida familiar, social y pastoral las asume la esposa. Ella organiza. Ella lleva la agenda conyugal. Ellos segundan. O protestan y esperan que se adivine sus presiones o incomodidades. Las esposas en la relación interpersonal adoptan más el rol de padre: ejercen la responsabilidad; marcan el listón de exigencia en el diálogo; señalan el ritmo y los tiempos de la reconciliación.

Esposos/niños

En el minúsculo laboratorio del grupo coincidió que ellos adoptan más habitualmente el rol de niños/niñas que se dejan llevan; se hacen adivinar los deseos; son más abiertos a la hora de proteger sus sentimientos. No sientan tanta urgencia de expresar su intimidad; pero pueden comunicar directamente sus sentimientos con simplicidad. Se dejan organizar; dejan que ellas tomen las decisiones con respecto a las relaciones entre las familias respectivas; ellos protestan si los planes no les convencen o no les convienen. Se enfurruñan si nos les gustan. Se hacen adivinar el sentido de sus silencios o de sus caras largas. Juegan a las adivinanzas, en lugar de ser directos y abiertos en su intimidad.

Sea cual sea el  tipo de comportamientos más internalizados, lo que resulta claro es que el crecimiento personal requiere desarrollar la intimidad y  la responsabilidad. Las dos al mismo tiempo. Es así como se construyen relaciones maduras. Es así como la persona desarrolla sus dones. Y logra mayor felicidad, que es siempre una buena noticia para los demás.

    

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