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Cuarta semana de adviento, Nochebuena y Navidad

F.P. cmf -
Domingo IV
(24 diciembre: NOCHEBUENA)

Hoy propongo al letor, y que él elija, varias posibilidades.

1. “Hoy sabréis todos vosotros que viene el Señor, y mañana contemplaréis su gloria”. Mañana quedará borrada la maldad de la tierra, y será nuestro rey el Salvador del mundo (cf. Dn 9, 24). “Romperá tu luz como la aurora, surgirá tu luz de las tinieblas, tu oscuridad será mediodía” (Is 58, 8ª. 10b).
Espabílate y ponte de pie, que el Señor te lleva de la mano. Dios mismo te defiende. “¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la Buena Nueva, que pregona la victoria, que dice a tu ciudad: Ya reina Dios!” (Is 52, 7). El vigía me grita que ha visto ya cara a cara al Señor y que viene ya. Que rompa a cantar porque llega, porque a la puerta está. Y que cante, porque el Señor llega a consolar, y que en Él veremos todos la victoria de nuestro Dios (cf. Is 52, 2. 7-10).
Hubiera yo muerto para siempre, si Él no hubiera nacido. Una inacabable miseria se hubiera apoderado de mí, si no se hubiera llevado a cabo esta misericordia de nacer para nosotros. Nunca hubiera vuelto a la vida, si Él no hubiera venido al encuentro de mi muerte. Me hubiera derrumbado, si Él no me hubiera apoyado. Hubiera perecido, si Él no hubiera venido (cf. San Agustín). Sí, levantémonos, alcemos bien la cabeza, pues se acerca nuestra liberación. Mañana será el día de nuestra salvación. Mañana quedará borrada la iniquidad de la tierra. Señor Jesús, mira nuestra pequeñez y prepáranos para que sepamos recibirte. “Apresúrate, Señor Jesús, y no tardes, para que tu venida consuele y fortalezca a los que esperan todo de tu amor”.

2. Otra vez quisiera dialogar con María a escasa horas de que el Niño nazca.
¿Sabes, María? –le digo-, este año con mis manos quiero hacerte una casa diferente en la que quepan todos, todos mis vecinos. Ellos y yo, queremos que esta casa dure para siempre. ¿Sabes?, queremos hacerla como la tuya, María. Porque tú misma eres la casa de Dios: santas tus paredes y horno de LUZ tu vientre, en el que Jesús late como fruto de aquel “sí” que pronunciaste.
¡Ay, ay, ay! –muy humilde me respondes, María-. Pobre casa la mía en la que Dios vive; dulce libertad la suya que en mí quiso encerrarse.
¡Ay, ay, ay! –vuelvo a repetirte yo-. Nuestros días tan llenos de batallas; nuestros días encadenados a violencias tan contrarias al pesebre de Luz en el que Jesús nace. Es verdad, María: nos escondemos tras las paredes que construimos, para no ver pasar la vida a nuestro lado, tan ligera siempre y sonriente. No permitimos que el amor sea un canto de esperanza y la cuna esencia donde nazca Jesús en nuestro suelo.
Hoy, sin embargo, con nuestras manos trenzadas y enlazadas, quisiéramos de verdad ser madre –como tú- de la Criatura que salvará al mundo. Desearíamos –como tú- fiarnos de Dios completamente, y decirle –también como tú- con entera confianza: “Cuenta conmigo, cuenta con nosotros”. Si así fuera, se lograría que sucedieran cosas maravillosas entre nosotros, allí o aquí: siempre en donde cada uno viva. Así, el “nacimiento” que cada uno ponga este año en su casa será real y definitivo.

3. A propósito del “nacimiento” que todos queremos poner en nuestra casa, ¿me permitís que os cuenta una cosa? Pues veréis... Jesús Dios nunca entró en la inmensa, cara y desconcertante casa que le hicimos. Ha preferido recorrerse a cuerpo gentil los lugares de la ciudad donde está la gente que no tiene casa o que, por mil motivos, han tenido que ausentarse de ella. Jesús “no tenía dónde reclinar la cabeza” y sin embargo está buscando casa, no para Él que le sobran todas, sino para aquellos que no la tienen. Y ¿sabéis otra cosa? Este año –como los anteriores y los que vendrán- Jesús mismo ha pegado su anuncio en mercados, cárceles, hospitales, esquinas, paredes y encrucijadas de la ciudad: “Tendréis una sorpresa, porque hoy es NAVIDAD”.
Ha preguntado por las chicas y los chicos del SIDA, porque quiere encargarles –como a los ángeles de la primera Navidad- que anuncien su venida. No trae alas para ellos, ni rayos láser para efectos especiales; pero no importa. Y Jesús mismo quiere ver cómo está el Portal y si han llegado ya los pastores. ¿Que quiénes van a ser hoy esos pastores? ¿Os lo imagináis? Niños y adultos discapacitados; también, los que no tienen trabajo, enfermos incurables y otros parecidos. ¿Y podéis creerlo? Jesús se ha empeñado que su madre sea este año una austera anciana, abandonada, recogida en la Residencia de la esquina. Y Las ovejas, claro. ¿Quiénes serán las ovejas?, me pregunto ya totalmente desconcertado. Jesús me responde que todos los demás, es decir: nosotros, repitiéndome que a ver si somos dóciles y permitimos que los pastores, que Él mismo ha elegido, nos guíen hasta el Portal...
¡Qué barbaridad!, Jesús mismo poniendo su propio “nacimiento”. Que no, no y no. Que no podemos encerrar a Dios en el templo, porque su verdadero templo son los caminos que recorremos, las cosas que vivimos y las gentes que encontramos. Si en el Nacimiento de Jesús aprendemos este mensaje, nos sentiremos para siempre agradecidos y firmes en la convicción de que Dios y la vida que tenemos son para la ternura, la misericordia, el perdón y la acogida de unos por otros.

4. ¡Oh santa noche! Hoy Cristo nace en mísero portal. Podemos cantar que viene nuestro Señor, porque se ha compadecido de nosotros. Y porque Él viene, quedará borrada la maldad de la tierra.
Su cuerpo que en pajas yace, su llanto, su pobreza... pondrán paz en tanta guerra. Ha querido Dios someterse a la brevedad y debilidad de una vida como la nuestra, para experimentar las limitaciones que las personas padecemos en esta tierra. Ese Niño viene a vivir y descubrir cuáles son nuestras grandezas y cuáles nuestras miserias.
Dios niño, vida mía, los habitantes del mundo sed sorprendieron al comprobar que te habías hecho ten pequeño. Y sin embargo, nacido pobre en un portal, lograste que la misericordia y la fidelidad se encontraran, y empujaste eficazmente a la justicia y a la paz a que se abrazaran y besasen.
Que la compasión regrese al corazón humano, el gozo y la alegría también. Que tu nacimiento, Señor, traiga la paz a todos los habitantes de esta tierra. Y porque en la tierra vuelve a haber amor, que todos podamos ser tu cuna. Que siempre estés naciendo en cada uno de nosotros. Que hoy mueran los odios. Que las ternuras regresen a la tierra y recuperen su espacio perdido en nuestras vidas.. Que aquel que esté perdido o solo, sepa con certeza que Alguien que desde hace siglos le buscaba, hoy por fin ya lo ha encontrado.
Porque es Dios quien, Niño, / nació entre pajas, / yo les juro que es hoy / la noche más santa, / la noche más niña, / la noche más casta, /la noche más bella, / la noche más alba” (Antonio Murciano). A Cristo, que por nosotros ha nacido, vayamos todos a adorarlo. Que dios nos bendiga y nos guarde; ilumine su rostro sobre nosotros y nos conceda su favor. Que Dios nos muestra su rostro y nos conceda la paz (cf. Nm 6, 24-26). 


NATIVIDAD del Señor
(lunes, 25 diciembre)

“El ángel dijo a los pastores: Os anuncio una gran alegría: hoy os ha nacido el Salvador del mundo”. Y preguntamos a los pastores a quién han visto; contadnos quién se ha aparecido hoy en la tierra. “Hemos visto al recién nacido y a los coros de ángeles alabando al Señor”. Sí, en un barrio de este suelo ha nacido Dios. Y nacerá donde haya un corazón caliente. Nacerá en mí, en cualquiera nacerá, si hay amor. Nacerá donde haya verdadera comprensión. Ha bajado del cielo un rocío bienhechor, que trae nueva vida al mundo pecador.
No puede haber lugar para la tristeza, cuando acaba de nacer la vida. Nadie tiene que sentirse alejado de la participación de semejante gozo, a todos es común la razón para la alegría: porque el Señor, destructor del pecado y de la muerte, ha venido para liberarnos a todos. Alegrémonos y animémonos, porque se ha acercado la victoria, se nos invita al perdón, se nos llama a la vida.”Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor”. Que se alegre la pequeñez humana ante la obra de la misericordia que la convierte en nueva creatura, nueva creación (san León Magno).
Dios ha nacido sobre un pesebre. Hoy mueren los odios y nacen las ternuras. El cielo ya no está solo, la tierra ya no está a oscuras.
La bondad, la ternura, la caricia, la brisa, las lágrimas, la lluvia mansa: cosas débiles todas ellas, sin importancia; pero en ellas, Dios de nuestra vida, te muestras y entregas para nosotros. “Ha aparecido la bondad de Dios y su amor a los hombres” (Tito 3, 4). En el Niño que ha nacido te vemos, buen Dios; en él descubrimos todo tu misterio. ¡Cuánta bondad y cuánto amor! ¡Qué intensidad de ternura! Cuánto perdón y paciencia experimentamos y aprendemos. Qué finura de amistad sentimos. Nos haces entender, Dios niño, que lo fuerte y más bello está en el amor y la bondad, que no hay nada más consistente que vivir y morir por los demás, que no hay nada más hermoso que hacer de la vida un poema de tu AMOR.     
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