Cuaresma 2022: Lunes 7 de marzo semana I de Cuaresma

Print Friendly, PDF & Email
Print Friendly, PDF & Email

Levítico (19,1-2.11-18):

EL Señor habló así a Moisés:
«Di a la comunidad de los hijos de Israel:
“Sed santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo.
No robaréis ni defraudaréis ni os engañaréis unos a otros.
No juraréis en falso por mi nombre, profanando el nombre de tu Dios. Yo soy el Señor.
No explotarás a tu prójimo ni le robarás. No dormirá contigo hasta la mañana siguiente el jornal del obrero.
No maldecirás al sordo ni pondrás tropiezo al ciego. Teme a tu Dios. Yo soy el Señor.
No daréis sentencias injustas. No serás parcial ni por favorecer al pobre ni por honrar al rico. Juzga con justicia a tu prójimo.
No andarás difamando a tu gente, ni declararás en falso contra la vida de tu prójimo. Yo soy el Señor.
No odiarás de corazón a tu hermano, pero reprenderás a tu prójimo, para que no cargues tú con su pecado.
No te vengarás de los hijos de tu pueblo ni les guardarás rencor, sino que amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor”».

Reflexión

Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.«Di a la comunidad» dice el Señor a Moisés en la primera lectura de este día. Estamos convocados a vivir una experiencia de gracia compartida. Somos discípulos juntos, unidos, en diálogo, desde el encuentro. Los valores del Reino suponen una visión nueva e inédita. Sorprendente. Solo posible cuando es compartida y escuchada en las vidas de aquellos y aquellas con quienes nos comprometemos. Son valores eternos que, sin embargo, necesitan la concreción de un estilo de vida que cuide la humanidad, que sostenga la fraternidad. Todo un reto de innovación: descubrir en la vida del otro los signos palpables del Reino, aprender a mirar la realidad con los ojos que nos regala la convivencia intensa con otros. Dejar que resuene una vez más en nuestra vida el mensaje de Francisco en la Plaza de San Pedro vacía durante la pandemia: «No somos autosuficientes; solos, solos, nos hundimos».

Oración

Te doy gracias, Padre, porque me has dado hermanos.
Todos son un regalo para mí,
un verdadero “sacramento”,
signo sensible y eficaz de la presencia de tu Hijo.
Dame la mirada de Jesús para contemplarlos,
y dame su corazón para amarlos hasta el extremo;
porque también yo quiero ser,
para cada uno de ellos,
sacramento vivo de la presencia de Jesús.
(Ángel Sanz Arribas, cmf)

Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.

    

¡No hay eventos!

Destacados