El Concilio Vaticano II resaltó como lo más importante de los sacerdotes que son llamados de entre los hombres y deben vivir como hermanos con los hombres a imagen de Crísto. Los laicos, inmensa mayoría en la Iglesia, poca intervención tuvimos en los documentos conciliares y, sin embargo, es en esos documentos en los que nos basamos para decir cómo queremos que sean los sacerdotes.

Queremos que los sacerdotes sean cristianos consagrados. El sacerdote, cristiano entre los cristianos, debe seguir el mismo camino que el de su comunidad, siendo al mismo tiempo la persona profeta y vínculo entre el mundo y la Iglesia. Queremos un sacerdote más humano e igual a los demás cristianos. Animador de Comunidades. Que se diferencia únicamente de los demás en su misión y servicio más que en su carácter y mentalidad. Los sacerdotes deben tener claro el motivo y fin de su consagración que no es únicamente para ser ministros del culto, sino para ser servidores de todos, prestando un servicio de representación y testimonio de la Iglesia y de Jesucristo.




