Por lo simple, resulta difícil contestar a esta pregunta. La teoría es maravillosa, ya lo sabemos todos, pero las realizaciones prácticas a veces se quedan envueltas en el frío gélido del invierno o en el calor del verano manchego.

Por eso, para mí es vital el encuentro con los «otros». Ellos resulta que son, nada más ni nada menos, «hermanos míos». Y eso a pesar de todos los pesares, de sus formas y maneras de ser y de mis formas y maneras de ser. El primer paso es acercarme a ellos y aceptarles, en cada ocasión y momento, en lo que son.
La Eucaristía, sencilla y participada, y la oración son otras formas de encuentro. El hermano mayor, Jesús, nos preside y en torno a él estamos de nuevo los hermanos. Es el momento en el que nos vemos con caras nuevas y sentimos que es posible volver a empezar más allá de nuestras posibilidades y desesperanzas.




