Cada día, el sistema de los elegidos mata de hambre a 25.000 niños

Hace setenta años comenzaba a correr en Europa la sangre humana del Holocausto nazi de los judíos. Un pueblo tuvo entonces en sus manos la capacidad de quitar a sus líderes endiosados los resortes del poder. Y no lo hizo. Sus brazos señalando hacia la gloria, sus «Heil» resonando como truenos, lo hicieron cómplice de opciones que causaron millones de muertos, dejaron la tierra devastada, y llevaron a dimensiones tan monstruosas el sufrimiento que agrietaron incluso los cimientos de la fe.

Hoy corre por el mundo sangre humana de otros sacrificios. Hay nuevos dioses en las tribunas, y vieja complicidad en los devotos.

Los horizontes son siempre de gloria, de progreso, de grandeza, de felicidad para el pueblo de los elegidos. Mientras tanto, la muerte recoge en campos invisibles de exterminio su cosecha de desechos. Cada día, el sistema de los elegidos mata de hambre a 25.000 niños. Cada día 200.000 personas se agregan a la muchedumbre de los que en el mundo padecen hambre crónica. Cada día el aborto profana a millares los santuarios de la vida. Cada día… droga… armas… explotación laboral… explotación sexual… Para hablar de nuevos Holocaustos, sólo falta que el fuego devore la memoria de las víctimas. Y eso, mejor que el fuego, ¡lo hace la propaganda!

Los pueblos tienen en sus manos la capacidad de oponerse a la antihumanidad; aunque todo hace temer que no lo harán. Si así fuese, si hoy callamos, otros recordarán mañana con horror y vergüenza nuestra complicidad aturdida con los dioses de la frivolidad y de la muerte.

Fr. Santiago Agrelo Martínez – Arzobispo de Tánger en Periodista Digital