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Ante los agravios y celos (II Miércoles de Cuaresma)

Angel Moreno -

II Miércoles de Cuaresma

(Jr 18, 18-20; Sal 30; Mt 20, 17-28)

Ante los agravios y celos

Es evidente el clima de tensión que se vive en el pasaje profético de Jeremías -“Señor, hazme caso, oye cómo me acusan” (Jr 18, 20)-, al igual que en el Evangelio - , -«Mirad, estamos subiendo a Jerusalén, y el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas, y lo condenarán a muerte y lo entregarán a los gentiles, para que se burlen de él, lo azoten y lo crucifiquen; y al tercer día resucitará.» (Mt 20,19).

Ante esas escenas de acoso y de peligro de muerte, el salmista suplica la intervención del cielo, e invoca a Dios.  “Sácame de la red que me han tendido, porque tú eres mi amparo” (Sal 30).

Y en esas circunstancias dramáticas, “…se le acercó la madre de los Zebedeos con sus hijos y se postró para hacerle una petición. Él le preguntó: -«¿Qué deseas?» Ella contestó: -«Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda».” (Mt 20, 20-21).

Parece impropio el comportamiento de la madre, siendo ella mujer, si ha oído lo que acaba de decir el Maestro. Algunos explican que el autor sagrado puso en boca de la madre lo que pidieron directamente los discípulos. En cualquier caso, por el contraste resulta muy violenta la escena. Sin embargo, si somos sinceros, ¡cuántas veces estamos sordos y ciegos ante el dolor del prójimo y seguimos deseando de manera egoísta e insolidaria aquello que nos interesa, aunque tengamos ante nosotros el sufrimiento de los que nos rodean!

Es una fuerte llamada de atención la insensibilidad de los discípulos, cuando llegan incluso a enfadarse por celos. “Los otros diez, que lo hablan oído, se indignaron contra los dos hermanos” (Mt 20, 24).

Santa Teresa

¡Cuántas veces perdemos el norte porque, en vez de mirar a Jesucristo, desviamos nuestra mirada a los lados, y nos asaltan los agravios comparativos y perdemos el paso del seguimiento! La Santa es muy clara: “Dejémonos de celos indiscretos, que nos pueden hacer mucho daño. Cada una se mire a sí” (Moradas  I, 2, 17).

El consejo mejor es el de determinarnos a seguir a Cristo. “Determinaos, hermanas, que venís a morir por Cristo, y no a regalaros por Cristo” (Camino de Perfección 10, 5).

En definitiva, el camino mejor es el de seguir detrás de Jesús por amor. “Tengo yo para mí que la medida del poder llevar gran cruz o pequeña es la del amor. Así que, hermanas, si le tenéis, procurad no sean palabras de cumplimiento las que decís a tan gran Señor, sino esforzaos a pasar lo que Su Majestad quisiere (Camino de Perfección 32, 7).

    
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