Alberto Rossa

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(JPG) Hace 38 años que fui ordenado sacerdote… ¡parece ayer! ¿Qué significa ser sacerdote? Esta pregunta me la hice muchas veces. Recuerdo en particular cuatro momentos de esta gran aventura:

1.“¿Señor, no quiere que su hijo sea sacerdote?” Fue un misionero que pasó por mi pueblo. Yo estaba con mi padre, subido a un camión, cuando le largó de repente y sin preámbulos la pregunta. Yo tenía 10 años. No hubo respuesta… pero la pregunta quedó.

Cuando luego de un par de años manifesté deseos de ser sacerdote, mi padre me dijo: “Nosotros siempre fuimos pobres, pero mi padre nos dejó libertad para que cada uno siguiéramos nuestro camino; puedes ir al seminario si crees que esa es tu vocación”.

2.Pasó el tiempo. Tenía ahora 24 años. Acababa mis estudios en la Catholic University of America, en Washington, D.C. y jugaba de portero en el equipo de fútbol de la universidad. En ese año salí elegido como el mejor portero del país – lo que allí llaman el “All American”. Tenía más diplomas en fútbol que en teología. Cuando mandaba fotos de los periódicos a mi superior, éste me dijo un día: “Alberto, ¿quieres ser sacerdote o futbolista?” Fue una hermosa experiencia.

3.Regresé a Argentina y fui ordenado sacerdote en 1971. Luego de 5 hermosos años como sacerdote claretiano mis superiores me ofrecieron prestar un servicio en Filipinas por 5 años. Recuerdo que cuando estaba de viaje podía decir a Dios: “Aquí estoy… en tus manos… con todas las cartas boca arriba… haz de mí lo que quieras, no me guardo nada.” Sentía a la vez el empobrecimiento grande de la frontera y una confianza total en Dios. En Filipinas pasé 27 años.

4.Al cumplir los 60 años y después de una vida plena en el mundo editorial se presentó la oportunidad de abrir una misión en Macau y en China. Salté nuevamente a la aventura, sin dudarlo. Y han sido los años más felices de mi vida. Es cierto que en China no podemos ejercer el sacerdocio como en otros países, pero ahí está el reto: descubrir las fronteras inexploradas para llevar el mensaje de Jesús.

Alberto Rossa, cmf