84. El modelo perfecto

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Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.El cantarillo anterior ha presentado a San Antonio Mª Claret como paradigma de vivencia del núcleo “Patris mei”, de la alegoría de la Fragua. Pero pudo vivirla modélicamente porque se configuró con Jesucristo, Esto sólo pudo llevarlo a cabo porque tomó a Jesús como modelo único y definitivo, como punto de referencia que relativiza todas la demás referencias. Contempló a Jesús como el hombre perfecto, como el único en quien el ser humano puede entenderse a sí mismo y entender a la sociedad.

Así este cantarillo quiere contemplar y acercarse al joven Jesús que abrió el Corazón de María y el de José a horizontes insospechados:: “¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que debo ocuparme de las “cosas” (asuntos) de mi Padre?…Su Madre guardaba todos estos recuerdos en su corazón.” (Lc.2.49-51).  Las últimas palabras de Jesús, en latín  -“Patris mei” han sido tomadas como referencia para designar este núcleo de la Fragua.

Mirar a jesús como modelo es imprescindible

Para poder comprender lo más profundamente posible y hacer vida de lo entendido, en todo, pero especialmente debemos tener como lo más importante de la vida tener obsesión por atender a la voluntad del Padre. Por eso es necesario reflexionar sobre la modélica filiación que vivió Jesús. Nos dice el Papa Francisco: “Para la fe, Cristo no es sólo aquél en quien creemos, la manifestación máxima del amor de Dios, sino también aquél con quien nos unimos para poder creer. La fe no sólo mira a Jesús, sino que mira desde el punto de vista de Jesús, con sus ojos: es una participación en su modo de ver.” (L.F. 18).

Como mi libro, editado por mi cuenta, año 2013, para poder venderlo a precio coste, titulado “Patris mei”, no creo sea conocido para los que beben agua del pozo de Jacob, voy a llenar cantarillos con esta agua conservada fresca en mi bodega, mezcladas con las aguas cristalinas del pozo.

Jesús llamaba “Abbá” a Dios.

La oración espontánea de Jesús al dirigirse a Dios, siempre es llamarle Abbá. Ciento setenta veces. Es la expresión de los niños judíos al dirigirse a sus padres: Abbá (papá); Imma (mamá). Pero todos los judíos chicos y grandes que empleaban esta expresión para dirigirse a sus padres terrenos, nunca a Dios. Les hubiera parecido una falta de respeto, algo impensable dirigirse al Santo de Israel con esa expresión. Ni siquiera se atrevían a llamar Yahvé. Estaba prohibido y por ese se ingeniaban para buscar circunloquios: “el eterno”, “el que vive”…El evangelista judío, San Mateo, sustituye el ‘Reino de Dios’, por ‘Reino de los cielos’.

La relación de Jesús tan íntima, tan infinita con Dios al llamarle Abbá, es tan segura que los exegetas coinciden en que estamos ante las ipsissima verba et facta Jesu (las mismísimas palabras y  hechos de Jesús). No pueden venir –explican-  de las costumbres del judaísmo contemporáneo, ni del anterior y que se extiende a todo el judaísmo posterior.

Y de esa realidad no puede escabullirse el mismísimo Evangelista Mateo que se vio obligado a citar una inaudita expresión de Jesús: “Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce al Hijo sino el Padre, y al Padre no lo conoce más que el Hijo y aquél a quien el Hijo se lo quiera revelar” (11,27). Jesucristo aparece aquí como el único que puede revelar lo que es Dios en su esencia más íntima.

San Juan es todavía más explícito: “A Dios nadie lo vio jamás; el Hijo único, que es Dios y que está en seno del Padre, nos lo ha dado a conocer.” (1,18)

Este Dios al que Jesús llama a boca llena “Abbá”, es el mismo Dios al que los patriarcas y profetas llamaban “Yahvé”. Pero el evangelista Juan nos advierte que es Jesús el que nos revela el nombre definitivo de Dios: “Padre justo, el mundo no te ha conocido, yo, en cambio te conozco y todos estos han llegado a reconocer que Tú me has enviado. Les he dado a conocer tu  nombre…(17, 25-26).”

Y ese nombre es Padre. La novedad  de los evangelios es revelar el amor del Padre, que nos conoce antes de latir nuestro corazón en el seno de nuestra madre. Es Dios Padre que nos da una vida que quiere que vivamos en plenitud, el que nos perdona, nos ama y tiene ya la estancia preparada para ser felices con Él por toda la eternidad. Desgraciadamente se han interpuesto durante siglos falsos rostros de Dios que, como dice el Vaticano II, “han velado, más que revelado el verdadero rostro de Dios”. Hay dos falsos rostros que aún perduran el pueblo fiel:

Un Dios castigador  al que no se escapa ni una ráfaga de pensamiento pecaminoso…

Un Dios agencia que está a nuestro servicio para solucionar los problemas de todo tipo, a cambio de  unos rezos o donativos. Recuerdo a este propósito que en Madrid me comprometí a unas predicaciones en una Iglesia céntrica. El primer día llegué con mucho tiempo para situarme y calcular tiempo y conocerla Iglesia. Pude visitar  los muchos altares dedicados a santos o santas populares, con su cajeta adjunta. Todos me eran conocidos, menos uno. Me acerqué para ampliar mi cultura devocional. Un cuadro lateral explicaba: San Expedito: para casos urgentes.  O sea que la agencia tenía abiertas las ventanillas variadas, pero si algún asunto debía tramitarse con la mayor urgencia, ahí estaba San Expedito. ¿Lo sabían ustedes?

Debemos llamar “Abbá” “Padre”a Dios.

Es hora de que vivamos la enseñanza de Jesús. Sin olvidar la relación única de Jesús con su Padre,  esta distancia que marca el mismo Jesús: “voy a mi Padre, que es vuestro Padre” (Jn.20, 17), debemos vivir la relación que en Él hemos adquirido  y que nos enseña. Alucinados al ver a Jesús después de orar, los discípulos piden les enseñe a orar. Y quedan más alucinados cuando Jesús les dice: “Cuando oréis, decid: “¡Padre! (Lc 11,1) y  termina su enseñanza reafirmado que Dios es  Padre: “Cuánto más el Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan. (11,13)

También es necesario aclarar que cuando se afirma que somos hijos adoptivos de Dios, debemos marcar la diferencia con la adopción civil. Los padres pueden dar al hijo adoptivo cariño, educación, casa, apellidos…pero no pueden dar sus genes. Por el contrario la adopción por parte de Dios, por decirlo de una manera fuerte, nos da sus genes. Y es que Jesús nos salva, injertándonos en Él y formamos un solo cuerpo y de Él recibimos su savia divina. El Verbo se hizo hombre, para hacernos a nosotros dioses. Dirá San Juan: “…ahora somos ya hijos de Dios, y aún nos se ha manifestado lo que seremos.”(1Jn. 3,29).

Ylleno el cantarillo con una verdad confortadora: Estamos injertados en Jesús, para formar un solo cuerpo, el Cristo Total, el Cuerpo Místico,  no es algo que ocurrió y ahora recordamos. ES ALGO PRESENTE Y ACTUALÍSIMO.

    

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