20. El problema, la interioridad
Refiere una anécdota oriental:
'En un principio todos éramos dioses. Pero dentro de una jerarquía: dioses mayores y dioses menores. Y los hombre pecamos y el Dios grande consultó con dioses menores para saber dónde tenía que esconder el gran poder que los hombre tenían y que, por su pecado les iba a arrebatar.
Le dijeron que lo escondiera arriba, arriba, bien arriba... Y Dios grande dijo que no, ya que los hombre con el tiempo subirían y lo encontrarían. Le dijeron que abajo, bien abajo. Y tampoco lo creyó oportuno porque los hombres bajarían y lo encontrarían. Ante el silencio de los dioses consejeros, Dios grande dijo: 'Ya sé dónde lo voy a esconder. Lo esconderé dentro de cada uno, porque ahí no se les va a ocurrir ni mirar'.
La interioridad siempre es una manera de referirnos al 'silencio que somos'. Nuestro silencio, el que define nuestra identidad, no es un silencio: añadido ni tecnificado. Sencillamente, no 'se fabrica'; se encuentra. Es la interioridad.
El hombre tiene que entrar en sí, encontrarse... Y no es una frase recurrente. Es una necesidad tan universal y castiza como la de la tradicional escolástica: primero ser, después filosofar, trabajar...
Pero siempre que el hombre se sitúa ante sí mismo encuentra un muro, o un laberinto temible, y más dentro del panorama de las ciencias modernas, que han atomizado al hombre, lo han fragmentado y absolutizado el fragmento. De este modo ya ni se sabe qué es prioritario ni por dónde comenzar, ni siquiera qué es lo que hay que hacer. Y el hombre se cansa de tanto sin-sentido.
La interioridad tiene, al menos, cuatro grandes significados:
La 'soledad', recuperada como 'imagen de Dios', no es una manera de elaboración psicológica. Es una identificación progresiva con Cristo Jesús, 'más íntimo a mí que yo mismo' (San Agustín).
Ya no se busca solamente la 'imago Dei' (imagen de Dios), sino ser 'semejantes a su Hijo'. Por eso, la interioridad está relacionada ya, necesariamente, con la persona misma de Jesús, hombre perfecto: de lo que se trata es de 'transformarse en imagen de Jesucristo' (2Co 3,18).
'En un principio todos éramos dioses. Pero dentro de una jerarquía: dioses mayores y dioses menores. Y los hombre pecamos y el Dios grande consultó con dioses menores para saber dónde tenía que esconder el gran poder que los hombre tenían y que, por su pecado les iba a arrebatar.

Le dijeron que lo escondiera arriba, arriba, bien arriba... Y Dios grande dijo que no, ya que los hombre con el tiempo subirían y lo encontrarían. Le dijeron que abajo, bien abajo. Y tampoco lo creyó oportuno porque los hombres bajarían y lo encontrarían. Ante el silencio de los dioses consejeros, Dios grande dijo: 'Ya sé dónde lo voy a esconder. Lo esconderé dentro de cada uno, porque ahí no se les va a ocurrir ni mirar'.
La interioridad siempre es una manera de referirnos al 'silencio que somos'. Nuestro silencio, el que define nuestra identidad, no es un silencio: añadido ni tecnificado. Sencillamente, no 'se fabrica'; se encuentra. Es la interioridad.
El hombre tiene que entrar en sí, encontrarse... Y no es una frase recurrente. Es una necesidad tan universal y castiza como la de la tradicional escolástica: primero ser, después filosofar, trabajar...
Pero siempre que el hombre se sitúa ante sí mismo encuentra un muro, o un laberinto temible, y más dentro del panorama de las ciencias modernas, que han atomizado al hombre, lo han fragmentado y absolutizado el fragmento. De este modo ya ni se sabe qué es prioritario ni por dónde comenzar, ni siquiera qué es lo que hay que hacer. Y el hombre se cansa de tanto sin-sentido.
La interioridad tiene, al menos, cuatro grandes significados:
- La interioridad como búsqueda de nuestro 'adentro': 'entra dentro de ti' (GS 14). Significa: 'encontrarme'.
- La interioridad como el 'lugar' desde el cual realizo mi verdad religiosa; mi referencia a Dios, necesaria. Dios es parte de mi definición. Significa: 'encontrar a Dios en mí' (Inhabitación de la Sma. Trinidad; 'encarnación' de Dios en mí, incluso 'corporalmente' (Col 2,9).
- La interioridad como 'transcendencia'. Significa: 'encontrarme en Dios'.
- La interioridad significa: percibir y reverenciar toda forma de presencia de Dios en todo y. sobre todo, en los demás. Significa: ser un pequeño 'en-manu-el' para todos.
La 'soledad', recuperada como 'imagen de Dios', no es una manera de elaboración psicológica. Es una identificación progresiva con Cristo Jesús, 'más íntimo a mí que yo mismo' (San Agustín).
Ya no se busca solamente la 'imago Dei' (imagen de Dios), sino ser 'semejantes a su Hijo'. Por eso, la interioridad está relacionada ya, necesariamente, con la persona misma de Jesús, hombre perfecto: de lo que se trata es de 'transformarse en imagen de Jesucristo' (2Co 3,18).
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