03 Aprender a orar, ¡el más bello regalo!

“Llegada la noche, subió Jesús a un monte apartado, para orar,y estaba allí solo” (Mt 14,23).
Tú, seas quien seas, puedes ser un orante de profundidad. Basta vivir en amistad con Dios, en su gracia, y aprender a simplificar tu mirada y a abrir tu corazón al Amor del Padre.Simplificar la mirada significa desocuparla de tantos contenidos mentales, imaginativos, y excesos verbales; desalojar de nuestra atención tantas palabras innecesarias, tantas referencias, alusiones, relaciones que encontramos entre ideas, palabras, imágenes… Y aprender a quedarse solo, en esa ‘soledad’ sin ‘lugar’, sin palabra’, ‘sin arrimo’, ‘como están los ojos de la esclava, fijos en las manos de su señora’. ‘Simplifica tu mirada’. ‘Abre tu corazón de pobre’.Jesús no enseñó métodos de oración; enseñó la actitud sencilla y confiada de quien, estando con su Padre, hable o calla; llora o ríe; pide o se deja a su providencia amorosa. De esta manera se va reconstruyendo una honda y precisa manera de ser adulto, por la oración: por la progresiva manera de simplificar la mirada, la advertencia, la atención, y por la apertura del corazón.Orar, y orar de esta manera, es la gran oportunidad que se te ha dado para aprender, antes de morir, a iniciar y ahondar tu amistad con Dios, antes de que te encuentres ‘cara cara’ con El y puedas reconocer al Padre escondido, al que hablabas en la ‘oscuridad’.
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