Capítulo I: Un tiempo después

3 de septiembre de 2007
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No voy a inventar cuentos. No quiero teorizar sobre una realidad vivida en el breve espacio de unos meses. Me ajustaré a lo que he visto y oído, a lo que he sentido y leído en las páginas de los periódicos y en las páginas vivas de tantos rostros humanos que anhelan una tierra más noble, más justa, más pacífica. Hombres y mujeres que continúan viviendo a la intemperie, casi con lo puesto, esperando un golpe de suerte, un milagro, una paz perdurable, un rumbo distinto.

Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.Flor sin defensa, es la respuesta a unas llamadas y a unos sentimientos que se fueron avivando en la relación y en la convivencia con toda una diócesis hondureña que he vuelto a visitar después de tres años con el propósito de organizar una Misión Popular. Bajo el horizonte de este tiempo extraordinario de evangelización recorrí aldeas, pueblos y barrios de la ciudad de S. Pedro Sula, dejándome afectar por otras costumbres, por otra mentalidad, por otra cultura. Nada mejor que dejarse interpelar cada día por lo que en cada día sucedía. Viví sensible al viento del Espíritu que pasa, se mueve, crea, renueva, fortalece, alegra. Siempre procuré tener los ojos abiertos para no perder el pie de la realidad ni descuidar el trato con el Maestro. Con actitud de aprendiz, de discípulo, de amigo, de asombro y pequeñez me fui adentrando en la hondura de cuantos hombres y mujeres me permitieron hacer con ellos otro trozo de camino y lazos fuertes de amistad, de felicidad y sufrimientos compartidos.

Flor sin defensa, son relatos de vida, no son acontecimientos neutrales. Flor conectada con la calle, con el suelo, donde tantas flores humanas están apunto de marchitarse, de morir por falta de cuidados, de afectos, de compañía, de pan. Son muchos los indefensos, los que no tienen un sitio “donde reclinar la cabeza”, los que sufren el peso del día, el calor abrasador, las lluvias torrenciales, las injusticias y corrupciones. ¿Quién saldrá en defensa de esta flor? ¿Quién protegerá tanta indefensión? Las preguntas de los hombres y las mías propias volvieron a ser lanzadas como semillas a mi propio interior, a mis sentidos, a mi lento madurar. Preguntas que no tienen fecha de caducidad y que volverán a aparecer machacona y repetidamente en las próximas páginas.

Flor sin defensa, resultó ser otra experiencia de encuentro con calvarios y bondades, con la belleza y la fealdad, con la vida y la muerte, con el grito y el silencio, con los logros y las frustraciones, con los que se encontraban con falta de libertad y recluidos en el presidio, con los que carecían  de salud y esperaban la sanación en el hospital Katarino Rivas, con los jóvenes que dormían en la calle y esperaban algo para comer y poder dejar por unos instantes la inhalación de pegamento, con tantos grupos parroquiales que comenzaron a entusiasmarse con una nueva santa misión – como así la llaman por allá-   con amigos y compañeros que hicieron posible mi estancia y el trabajo que se me encomendó. Con todos ellos tuve la alegría de compartir afanes y luchas, descansos y nuevos comienzos. Sus nombres no los voy a olvidar: Ángel, Mavis, Héctor, Alejandro, Glenda, Wendy, Satur, Fernando, Rómulo…Ellos y ellas hicieron posible lo que inicialmente me resultó casi un imposible. Calvarios y tierras buenas hablarán por ellos mismos. Les prestaremos nuestra atención y cariño.

Por último, a lo largo de estas páginas volverán a aparecer rostros, nombres, vidas, sucesos, historias guardadas en el cofre de mi corazón. Ahora, con humildad y torpeza las comparto contigo, no sin antes decir que gracias a todo lo vivido, uno va aprendiendo a ser persona, a madurar, a servir con muchas limitaciones a los demás, desde el evangelio, a dejarse seducir por lo que realmente merece la pena: vivir viviendo. Flor sin defensa, es una experiencia enmarcada en los preparativos de una Misión Popular. Son días de Dios y son unos relatos emocionados que me han sido inmerecidamente regalados y que ahora pongo en tus manos amigas.

Comenzaremos el recorrido dejándonos acompañar por las bellas palabras del poeta León Felipe.
       
“Ser en la vida romero,
          romero sólo que cruza siempre por caminos nuevos.
          Ser en la vida romero,
          sin más oficio, sin otro nombre y sin pueblo.
          Ser en la vida romero, romero…sólo romero.
          Que no hagan callo las cosas ni en el alma ni en el cuerpo,
          pasar por todo una vez, una vez sólo y ligero,
          ligero, siempre ligero.
          (…)
          Sensibles a todo viento
          y bajo los cielos
          poetas, nunca cantemos
          la vida de un mismo pueblo
          ni la flor de un solo huerto.
          Que sean todos los pueblos
          y todos los huertos nuestros”.