Romero ya es santo

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    Hace hoy 28 años, una bala explotaba en la arteria aorta del arzobispo de San Salvador, Óscar Arnulfo Romero, mientras oficiaba la Eucaristía en una capilla cercana al pequeño departamento en el que había decidido vivir. Poco antes, el propio Romero anunciaba su pronta muerte martirial. Desde entonces, son muchas las voces que reclaman la beatificación de este apóstol de los pobres. Pero es que Romero ya es santo.

Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos. Este barón rampante tuvo la oportunidad de visitar, hace muy pocos meses, la casa donde vivió, el lugar en el que fue abatido, y tocar las ropas con las que falleció, todavía con la sangre del arzobispo. Es realmente emocionante encontrarse cara a cara con Romero: con su agenda, su avejentada máquina de escribir, su pequeño camastro, su biblioteca, su pasaporte

Otro día, con más tiempo (y otro ordenador), os mostraré las imágenes de aquella visita. Pero Romero era mucho más que eso. Hoy, el rostro de Romero (al igual que el de Ellacuría y el resto de los jesuitas, enterrados en la UCA) está presente en todos y cada uno de los rincones de este pequeño país. Todos reconocen en Romero la voz de Cristo, y le ven como un santo. Se haya hecho oficial o no por la Santa Sede.

Se habla mucho de las demoras en el proceso de beatificación de Óscar Arnulfo Romero. Pero nadie –y Benedicto XVI se encargó de reconocerlo hace apenas un mes- duda de la profundidad de su fe y de su ministerio. De hecho, las fases de ortodoxia y ortopraxis de sus escritos y su conducta ya han sido aprobadas por la Congregación para la Causa de los Santos. Tampoco (aunque haya que demostrarlo con pruebas fuera de toda duda, más allá de los juicios efectuados por la Comisión de la Verdad), que Romero fue un mártir. Y que su ejemplo, y su memoria, siguen vivos entre los seguidores de Jesús.

Pero, con todo, lo más importante ya ha sucedido: y no es otra cosa que monseñor Romero, a los ojos de los cristianos, es un santo. Y que estará gozando de la presencia junto a aquel Jesús que él veía en los pobres y oprimidos. Y que, tal día como hoy, hace 28 años, lo acogió entre sus brazos.