Nuestra experiencia con los sacerdotes

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Con ilusión y alegría nos ponemos frente al papel para decir lo que ha supuesto y supone para nosotros y lo que aporta a nuestra relación de pareja trabajar con sacerdotes o consagrados.
 
UNA VISIÓN QUE CAMBIA
Por nuestra edad, por lo vivido en nuestra época, al sacerdote le veíamos dentro de la Iglesia como una autoridad, el era el que sabía, era el que tomaba la iniciativa, nosotros éramos meros colaboradores. También sabíamos que el sacramento del sacerdocio era la "élite", el sacramento del matrimonio sólo éramos "tropa". El sacramento del matrimonio se ha considerado durante mucho tiempo como de segunda categoría, nada comparable con el sacramento del orden.
El Concilio Vaticano II, ya muy lejano, pero todavía con valores vigentes nos ayudó a descubrir la similitud de estas dos vocaciones como un camino común de los dos sacramentos relaciónales que son el matrimonio y el orden (cf. LG 11).
Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos. Como cristianos, por nuestro bautismo, tenemos todos la misma vocación: vivir el Evangelio. Como casados u ordenados estamos llamados a vivir nuestra vocación de una manera específica y a ser signos del amor de Dios para el mundo. Los dos sacramentos, orden sacerdotal y matrimonio son sacramentos relaciónales. El sacerdote está llamado a relacionarse con su gente y a ser con su gente. El matrimonio es un sacramento puramente relacional que nos llama y nos invita a vivir por y para el otro, desaparece el "yo" y el "tú" para vivir el "nosotros".
 
DOS FORMAS DE VIDA RELACIONALES
Desde hace muchos años tenemos la suerte de pertenecer a Encuentro Matrimonial, movimiento que tiene su fuerza en cuidar la relación matrimonial y sacerdotal a través de la comunicación y el diálogo de la pareja y de los consagrados, respondiendo así al sueño que Dios tiene para cada uno de nosotros: que seamos felices.
En nuestro caminar en Encuentro Matrimonial hemos tenido la suerte de trabajar con varios sacerdotes que aman a su comunidad como Cristo la amó. Con su vida y su entrega a los demás nos han ido modelando y hoy somos lo que somos como pareja, gracias a sentirnos acompañados, escuchados y alentados por ellos, que han creído en nosotros y que se han sentido retados y tocados por nuestra vida.
¡Cuántas veces nos han dicho: ¡Cómo nos ayuda vuestra dedicación a los hijos, vuestros desvelos por ellos, vuestras, noches sin dormir! Y al día siguiente ahí estáis trabajando en la oficina, en el taller y además, en la parroquia, en Encuentro Matrimonial….
Al escribir lo que los sacerdotes aportan a nuestra relación, para que os llegue con más fuerza, vamos a hacerlo fijándonos en una persona concreta con la que hemos trabajo durante los últimos tres años formando equipo eclesial. Ha sido para nosotros nuestro compañero de viaje, persona entrañable, necesitada de dar y recibir cariño y de sentirse acompañada. Hemos recibido su talante dialogante como vía de encuentro creando en nosotros cercanía. Esperábamos los martes, día de encontramos, como un colegial espera el recreo Nos ha confirmado en momentos en que nuestra autoestima se tambaleaba. De él hemos aprendido a no conformamos con lo que hacemos, ha despertado en nosotros ganas de superamos y querer hacer las cosas cada vez mejor. Con su escucha nos ha invitado a sanamos y a volver a empezar. Ha sido para nosotros punto de apoyo y equilibrio ante nuestras formas tan distintas de ser. Nos ha acogido en todo momento alegrándose con nuestras luces e iluminando nuestras sombras. Ha sido para nosotros un aval, una garantía para llevar a buen término las tareas que teníamos encomendadas. Nos ha abierto su corazón mostrándonos sus luces y sus sombras. Nos ha dado su amistad, cariño, confianza, complementariedad. Hemos recibido y somos testigos de su despertar poco a poco a la afectividad y a la ternura, dejando de ser un novicio, para ser un profeso. Nos ha transmitido su pasión por una Iglesia como Jesús la soñó, su sentido crítico y su visión abierta de la fe. Nos ha contagiado su ilusión y su utopía, su apertura teológica y su amor a los marginados.
Hoy somos conscientes de que el matrimonio es un espacio de plenitud humana y cristiana, unido al Sacramento del Sacerdocio en igualdad de importancia y dignidad.
Los tres juntos hemos vivido, y seguimos viviendo, una Iglesia que acompaña, que acoge y sale al encuentro de los demás.
Resuenan con fuerza en nosotros las palabras de Pablo cuando habla de Prístina y Aquí la como "mis compañeros de trabajo en Cristo" (Rom. 16,3) para propagar el Evangelio.
Estamos convencidos que el sacramento del orden y el sacramento del matrimonio son dos sacramentos relaciónales que tienen como misión enriquecer a la Iglesia y a la sociedad a través de su camino común. Apoyándose y alentándose mutuamente siendo así signos vi-vos de la presencia de Dios en este mundo ávido de buenas noticias.