El Valor de los Ateos

11 de septiembre de 2013
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Ciudad Redonda. Un lugar para compartir lo que somos.En su monumental estudio del ateísmo, Michael Buckley sugiere que el ateísmo es, invariablemente, un parásito que se alimenta de una religión viciada.  Se alimenta de una religión viciada, la acosan, y  además como aves de rapiña la devoran.

Si esto es cierto, en última instancia, los ateos nos hacen un gran favor.  Acaban con la religión viciada, mostrándonos nuestros puntos ciegos, racionalizaciones, inconsistencias, dobles estándares, hipocresías, moral selectiva, propensión por el poder, los miedos insalubres, y la arrogancia oculta. El ateísmo nos muestra la viga que hay en nuestro propio ojo.

En nuestros momentos de honestidad,  admitimos que este es un reto necesario. Lo ideal sería, por supuesto, que deberíamos ser conscientes y suficientemente autocríticos como para ver todas estas cosas por nosotros mismos o, excepto que, estar atentos a nuestros propios profetas para descubrir en qué nos estamos quedando cortos.  Sin embargo,  esto ráramente sucede y, como consecuencia, la religión se corrompe y esto siempre es de gran ayuda para engendrar negatividad hacia la religión y el ateísmo.

Vemos que esto se juega en diferentes niveles: Filosóficamente, por supuesto, su expresión más poderosa proviene de los dos ateos más famosos del siglo XIX, Ludwig Feuerbach y Frederick Nietzsche.  Su verdadera crítica a la religión y a nosotros, sus practicantes, no es tanto que la creencia en Dios es "el opio del pueblo", y que el enfoque en la vida futura ayuda a mantenernos subyugados en esta vida, aunque ellos así lo afirman. Más bien su crítica más profunda tiene que ver con nuestras acciones religiosas, es decir, que utilizamos la idea de Dios y de la religión para racionalizar nuestros propios deseos.  Para Feuerbach y Nietzsche, Dios no nos hace a su imagen y semejanza; sino que nosotros hemos hecho a Dios a nuestra imagen y semejanza.  Para ellos, Dios es una proyección de la mente, y hemos utilizado perennemente esa proyección para justificar moralmente y bendecir nuestra propia inmadurez, nuestra voluntad, nuestros miedos y nuestras propias racionalizaciones. Como individuos y como iglesias, simplemente usamos la idea de Dios para hacer lo que queremos y, después, llamamos a esto la voluntad de Dios. Al final no somos obedientes a cualquier poder o voluntad más allá de la nuestra, aunque la religión hace que parezca que lo somos.

En nuestra vida común de iglesia, pocos o ninguno ha leído a Feuerbach y a Nietzsche, nos enfrentamos con esta crítica en un idioma diferente; se agarran a una  religión corrompida.  Dentro de la cultura, tenemos a gente como Christopher Hitchens y Richard Dawkins que mantienen los cuchillos del ateísmo filososofico en alto. Sin embargo lo más doloroso para nosotros es el hecho de que  nuestros seres queridos, sobre todo, nuestros propios hijos elijan una religión corrupta.  Muy recientemente, mucha de la crítica se ha centrado en la crisis de los abusos sexuales en la iglesia; sin embargo, en general dentro de nuestra cultura, la religión y las iglesias están siendo acosadas sobre todo debido a nuestras inconsistencias, nuestros puntos ciegos, y nuestra moral selectiva.

Por mucho que estas críticas duelan y puedan parecer injustas, al final hay que admitir que la mayor parte son ciertas. Por otra parte, nuestros intentos por defendernos, nuestras apologías, a menudo son simplemente más racionalizaciones y más fracasos para no admitir nuestras propias deficiencias, dando a nuestros críticos más de un cadáver con que alimentarse. La actitud defensiva no es útil aquí.

Nuestra respuesta al ateísmo y a otros críticos que se alimentan de nuestras faltas religiosas debe comenzar con el reconocimiento de en qué están en lo correcto, incluso si esas críticas emanan de  voces que son injustas y están, ellas mismas, haciendo racionalizaciones. Por ejemplo, los medios de comunicación injutamente no son los culpables de ninguno de nuestros pecados y defectos, somos nosotros los que los hacemos.

Nuestra respuesta al ateísmo y a la crítica de la fe y de la religión debe ser triple: en primer lugar, debemos estar agradecidos por el desafío. Nunca hemos sido totalmente fieles y estaremos mejor si abiertamente escuchamos lo que piensa y se dice de nosotros y que no habíamos oído. La negación no es un amigo. En segundo lugar, tenemos que reconocer, sin una excesiva actitud defensiva, lo que es verdad, y resistir la tentación de defendernos de manera que simplemente se creen más vicios en la religión que al final son alimento para nuestros críticos. Cuando nos ponemos demasiado a la defensiva ante nuestros críticos, no sólo irradiamos una luz mortecina hacia nosotros mismos y a nuestras iglesias, lo peor de todo, es que irradiamos luz mortecina hacia Dios.

Por último, lo más importante, la respuesta real a la religión corrupta nunca es el ateísmo o el secularismo, sino ¡una mejor religión! Tenemos que ser más consistentes, tanto en la conciencia privada como en la práctica eclesial.

¿Cuál es una religión mejor? ¿Cómo podemos reconocer una religión mejor? Reconocemos una verdadera religión de la misma manera que reconocemos la belleza y la bondad verdadera.  Son evidentes cuando aparecen. La belleza y la bondad se reciben más que se disciernen.  Nadie necesita decirnos lo que es hermoso.  La belleza es siempre acogida.  Se declara a sí misma. Esto mismo es válido para una religión que goza de salud.

Sin embargo, lo contrario también es cierto. Una religión corrompida también se declara a sí misma, y en última instancia nada oculta oculta esta realidad.

El ateísmo es un parásito que se alimenta de religión corrupta.  Así que, cuando, como hoy, el ateísmo  agrede de una forma particularmente desagradable, tal vez tuvieramos que examinar más de cerca si esto se refleja dentro de la religión.