
I Domingo de Cuaresma: La Palabra
El desierto no es solo el lugar áspero, terrible, donde se experimenta la tentación; es también el lugar de la intimidad con Dios, donde se escucha la Palabra en lo más profundo del ser.
El desierto no es solo el lugar áspero, terrible, donde se experimenta la tentación; es también el lugar de la intimidad con Dios, donde se escucha la Palabra en lo más profundo del ser.
¿Quién no ha sentido el atractivo que surge al contemplar un manantial? El agua es vida, y trae a la memoria los pasajes más relevantes de la Historia de Salvación.
La luz refleja sobre las aguas nos muestra la posibilidad de ser nosotros mismos reflejo de la mirada de Dios
El camino de Cuaresma es un sendero de confianza, porque como en los tiempos del Éxodo somos conducidos hacia la tierra de la promesa. Quien confía es como el árbol plantado junto a la corriente, que no teme el estío, y siempre está frondoso.
“Mi único mérito es la misericordia del Señor. No seré pobre en méritos mientras él no lo sea en misericordia. Y, porque la misericordia del Señor es mucha, muchos son también mis méritos. Y, aunque tengo conciencia de mis muchos pecados, si creció el pecado, más desbordante fue la gracia” (San Bernardo).
Si este año tenemos una llamada especial a celebrar la misericordia del Señor, ¡cuánto más deberemos acercarnos al manantial de la gracia en este tiempo de Cuaresma!
Estamos a punto de entrar en el Tiempo de Cuaresma y el texto bíblico nos propone las vocaciones de Isaías y de Simón Pedro y de su hermano. La Palabra de Dios que se proclama este domingo parece que adelanta la intención del papa Francisco de enviar, como signo especial, a los misioneros de la misericordia.
Este Año de Misericordia, de Gracia del Señor, en el que se proclama de manera especial el Evangelio de San Lucas, llama a nuestra puerta, de manera insistente, la declaración de amor de Jesucristo.
Aunque ya hemos comenzado el llamado Tiempo Ordinario, la Liturgia nos ofrece los ecos de la manifestación del Señor, y este domingo nos propone el primer signo que hizo Jesús en Caná de Galilea, como muestra de su divinidad.
La celebración reciente de la Navidad nos ha regalado las claves para vivir cada día la belleza de lo doméstico y cotidiano. Los adornos perecederos de los belenes, que nos han acompañado y transmitido un clima de hogar cálido, nos revelan cómo lo más ordinario tiene virtualidad para convertirse en referencia entrañable
Todas las estadísticas coinciden en que la sociedad valora favorablemente a la familia como primera institución. Gracias a ella, muchos han podido superar la crisis económica, laboral o afectiva. La familia se convierte en el puerto franco donde los miembros acuden a desahogar el alma, sin miedo el juicio inmisericorde.
La Liturgia pone hoy su mirada en Juan Bautista, el último de los profetas, quien va a anunciar la venida del Mesías: “A Isabel se le cumplió el tiempo del parto y dio a luz un hijo. Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le habla hecho una gran misericordia, y la felicitaban”.
Me imagino que a María le gusta que la invoquemos con oraciones sencillas. Cuando amamos a una persona pensamos en aquello que más le agrada, y no en lo que a nosotros nos gusta. Entonces, si creemos que a María, la Madre de Jesús, le agrada que la saludemos como lo hizo el Ángel del Señor en Nazaret, es gesto de amor rezar el “Ave María”.
Hoy es la fiesta mariana principal en el calendario mozárabe, aunque en el calendario romano no se menciona. Sin embargo muchas mujeres celebran hoy su onomástico, y se venera de manera especial la advocación de Nuestra Señora de la Esperanza.
“Sabiduría del Altísimo, que lo ordenas todo con firmeza y suavidad, ven y muéstranos el camino de la prudencia”.
Si hay un himno característico de Adviento, si resuena en este tiempo un cántico monódico, interpretado por alguna abadía, es precisamente el texto que hoy se nos ofrece para meditar: “Rorate caeli desuper et nubes pluant justum” (Cielos, lloved vuestra justicia, ábrete tierra, haz germinar al Salvador).
A medida que se acerca la Navidad, en muchos ambientes se escuchan villancicos y narraciones llenas de poesía y de ternura en memoria del Nacimiento del Niño Jesús. Suelen organizarse conciertos que interpretan los grandes oratorios de Navidad.
Para saber interpretar la historia hay que tener, como el profeta, los ojos abiertos, los ojos perfectos, mirada creyente que transforma el sentido de los acontecimientos. Esta es la razón de la visión alentadora: “Como vegas dilatadas, como jardines junto al río, como áloes que plantó el Señor o cedros junto a la corriente; el agua fluye de sus cubos, y con el agua se multiplica su simiente”.
El papa Francisco nos sorprende constantemente con su testimonio y enseñanzas, como sucedió con la exhortación “Evangelii Gaudium” (La alegría del Evangelio), referencia oportuna para este tiempo de Adviento, y de manera especial para este Domingo de la Alegría.
El texto evangélico de este día es inmediato a la experiencia que tuvieron los discípulos en el monte alto, cuando fueron testigos del rostro transfigurado de Jesús. En este contexto se comprenden las alusiones a Elías, uno de los personajes que aparecen en la visión luminosa, y la antífona del salmo interleccional: “¡Oh Dios!, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve”.