
La misión
El jueves de la cuarta semana del Tiempo Ordinario, la Liturgia nos propone el texto del Evangelio de Marcos, donde se narra que Jesús envió a sus apóstoles para que fueran de dos en dos.
El jueves de la cuarta semana del Tiempo Ordinario, la Liturgia nos propone el texto del Evangelio de Marcos, donde se narra que Jesús envió a sus apóstoles para que fueran de dos en dos.
A los cuarenta días de Navidad, la Iglesia celebra la Presentación del Niño Jesús en el Templo, según la ley de Moisés. Los padres de Jesús cumplen con lo mandado por la ley. En este hecho se concentran muchos significados.
Sólo la presencia de Jesús y la fe en Él hacen posible que nuestras comunidades se reaviven. Si, por el contrario, se pone el acento en la práctica ritual, o exclusivamente en los medios técnicos, no se logrará vida, ni dinamismo.
En los textos que nos propone la Liturgia, encuentro una especial reiteración de acciones, que alcanzan números emblemáticos y simbólicos, además del sentido propio de las palabras que las definen.
Al inicio de este mes de Febrero, el día 2, se cumplen los cuarenta días del nacimiento de Jesús. Con este motivo, la Iglesia celebra el momento en que María subió al templo llevando a su Hijo en brazos para presentarlo, como manda la ley de Moisés.
Estamos dentro de los días del Octavario de oración por la unidad de los cristianos (18-25 de enero). Sentimos providente la Palabra de Dios que se proclama este domingo, en resonancia con la llamada a orar por la plena comunión de todos los que reconocemos a Jesucristo como Señor e Hijo de Dios.
Al inicio de la segunda semana del Tiempo Ordinario, encontramos en el Evangelio dos aforismos que pronuncia Jesús, muy probablemente aprendidos en su casa de Nazaret. Al meditarlos, me han venido a la memoria otras expresiones semejantes.
Hoy se abre el nuevo tramo del Año Litúrgico. En este contexto de inicio, en las lecturas que ha escogido la Iglesia para que se proclamen en la liturgia dominical, descubrimos un sentido vocacional.
Hoy tenemos posibilidad de renovar nuestro consentimiento bautismal, nuestra profesión más solemne, por la que se nos ha concedido la filiación divina, para siempre. Dios no retracta el juramento, somos suyos, del linaje de su Hijo, del Hijo de la Nazarena.
Hoy, para todos brilla la luz, a todos se nos ofrece el resplandor del reflejo de la mirada del Salvador del mundo. Cada ser humano transporta el tesoro del icono divino. Para todos se enciende la estrella de la esperanza, del horizonte luminoso.
Acabamos de iniciar el año nuevo, año de gracia del Señor 2011, todo está por llegar. El deseo está repleto de esperanza, el anhelo guarda todo el amor posible en esta nueva etapa de la historia. ¿Quién no proyecta lo mejor para un tiempo inédito?
La solemnidad de la Madre de Dios, la jornada de oración por la paz, momento de expresar los mejores deseos, experiencia de bendición por haber llegado al año 2011, día de acción de gracias y de venturosos augurios, fiesta titular del Monasterio de Buenafuente.
Es frecuente, con motivo de las fiestas de Navidad, intercambiar regalos con los amigos y familiares. Yo he tenido la suerte de recibir algunos y entre ellos, el de un libro: “Te enseñaré el fervor”. Me sirvió de compañía en los aeropuertos, en los tiempos de espera antes de embarcar los días previos a Navidad.
Si en días anteriores nos hemos invitado a reflexionar acerca de que Dios prefirió necesitar nuestra mediación, si el cántico de María nos estimuló para entonar también nosotros el Magnificat por lo que Dios ha hecho en nuestra carne débil y humillada, hoy el texto evangélico nos propone asociarnos a Zacarías y cantar con Él: “¡Bendito sea el Señor, porque ha visitado y redimido a su pueblo!”
Es el día previo a la Nochebuena. Los textos bíblicos relatan cómo se han ido cumpliendo las promesas. Hoy se narra el nacimiento del Precursor, del hijo de Zacarías e Isabel, a quien le ponen por nombre Juan, que significa “Dios nos ha hecho misericordia”.
Es momento de entonar el Magnificat por las obras que Dios ha realizado en nuestra naturaleza, en nuestra historia, en nuestro corazón.
Los textos que hoy se proclaman en la Liturgia, además de presentarnos a Isabel, la madre del Precursor, rezuman gozo y un dinamismo espiritual extraordinario.
Al contemplar la escena de la anunciación del ángel, descubrimos no sólo la indigencia de Dios, que pide posada a una mujer para encarnarse en ella, sino que cada ser humano somos mediación para aquellos proyectos que el Creador desee realizar con la cooperación de la Humanidad.
San José, el esposo de María, nos da ejemplo en su abandono. Confiado en las palabras del Ángel, acepta permanecer junto a su esposa más allá de la duda, del miedo, del juicio o del prejuicio…
Hoy se inicia el octavario de preparación inmediata para la Navidad. A partir de este día, las lecturas se centrarán en los distintos protagonistas de la historia más sobrecogedora, la de Dios humanado. Dos orígenes del Hijo de Dios se señalan de forma explícita: Jesucristo es el Hijo de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos, y a la vez, en cuanto hombre, nacido de la Virgen María y emparentado con la descendencia de Abraham y de David.