
III Lunes de Pascua (9 - Mayo - 2011)
¿Cuál es el alimento por el que debemos trabajar? El alimento que perdura no es el que sostiene la vida mortal, sino el que concede la vida eterna – “la vida vale más que el alimento” (Lc 12,23)-.
¿Cuál es el alimento por el que debemos trabajar? El alimento que perdura no es el que sostiene la vida mortal, sino el que concede la vida eterna – “la vida vale más que el alimento” (Lc 12,23)-.
Viendo a Cristo resucitado, entendemos que sus palabras a Nicodemo no son palabras vanas ni afirmaciones carentes de sentido.
¡Cómo se comprende el diálogo de Jesús con Nicodemo después de los acontecimientos pascuales! ¡Quién le iba a decir al fariseo que él mismo sería el mejor testigo de la entrega total de Cristo en favor de todos los hombres!
La expresión “nacer de nuevo”, que Jesús emplea hablando con Nicodemo en sus conversaciones nocturnas, tiene, a la luz de la Pascua, un significado más amplio que el habitual.
Gracias, Señor, por tu pedagogía y comprensión, por saber venir en la propia dolencia a curar las heridas de mi incredulidad.
Al cabo de la semana de pascua, la Liturgia ha escogido los distintos relatos evangélicos que narran la resurrección de Jesús, con lo que se acredita, por distintas fuentes, el hecho que da razón a nuestra fe.
La paz es uno de los deseos más universales del corazón humano, pero a su vez la paz exige el trabajo artesano de construirla.
Camino de Emaús, ruta de la existencia, testigo de todas las huidas y escepticismos, de todos los fracasos y desengaños, de todas las nostalgias y proyectos fallidos.
Llorar, estar triste debe ser superado por la alegría de la Pascua. Si se cree la verdad del acontecimiento hay razón para mantener siempre la alegría, aun en momentos de prueba, al comprobar que Jesucristo conoce nuestro dolor.
Jesús resucitado devuelve la alegría, la capacidad de amar, la espontaneidad, el entusiasmo, la experiencia incontenible de luz que no se puede esconder, sino que se refleja en la mirada, en los ojos de los que creen en que Él está vivo.
En la contemplación de la Pasión y muerte de Jesús, es tradición y expresión de piedad el llamado “Sermón de las Siete Palabras”. Esta devoción me ha suscitado la memoria de siete palabras de Cristo resucitado, como mejor mensaje de Pascua.
No estamos solos en nuestro sufrimiento, ni nuestros dolores se quedan en el anonimato pudoroso de nuestro aguante. Gracias a Cristo, que muere por amor, quienes se asocian a su cruz y a su muerte vislumbran la gloria de Dios, y a ellos se les anticipa el título de bienaventurados.
Jesús ha comprometido su palabra de sostener a quienes por Él se atrevan a confesar su nombre en medio de la dificultad: “No tengáis miedo”. La oración es fuente de confianza, mueve al abandono, anticipa la experiencia del abrazo divino, sin mengua de sufrimiento, pero con la ayuda del cielo.
El drama de la relación humana toma los colores más amargos, los que provienen de la infidelidad del amigo. Si dar la vida por un hombre de bien es heroico, darla por los enemigos es de santos.
La forma equilibrada de la solidaridad amorosa que se respira en la casa de los amigos de Jesús nos ofrece la clave: contemplativos y solidarios.