Comentario al Evangelio del 24-11-2025
La calderilla es importante
Cuando vamos a dar o pagar algo, tanto si es material como si es tiempo o esfuerzo de alguna manera, normalmente hacemos una especie de presupuesto: ¿habrá suficientes recursos para otras cosas que necesitamos hacer? ¿Tenemos un plan de acción donde encajamos lo que vamos a dar gratis junto con lo que nos produce beneficios personales? Normalmente no damos “a lo loco”. Al mirar a esta viuda del evangelio, que sí parece dar a lo loco, podríamos hacer varias interpretaciones, más o menos cínicas. ¿Da porque es una descuidada y poco previsora? ¿da porque podría ser lo último que hiciera al final de su vida y ya no le importa nada? ¿O da sus dos moneditas –probablemente lo único que tiene– para que Dios se compadezca y la bendiga con más? Como el Evangelio no lo explica, quedémonos simplemente en que da por pura generosidad y amor. Y esta debe ser la verdadera interpretación, puesto que Jesús la alaba.
Cada uno podemos ser la viuda en todas sus variaciones. Y siempre tenemos que mirar a nuestras motivaciones. La última motivación, la de la pura generosidad, es la más noble, y a la que nos gustaría seguramente acogernos. Pero no siempre es así. Pero quizás una pregunta importante más bien sea cuáles son nuestras dos moneditas. ¿Qué cosas tenemos (materiales o de talentos o tiempo) que queremos o debemos por responsabilidad cuidar? ¿A qué cosas nos parece que solemos aferrarnos? ¿Cómo deberíamos presupuestar tiempo, dinero, talento? ¿Con qué cosas podríamos comerciar? ¿Cuáles nos parecen ya inútiles y por lo tanto desechables…? Quizá entonces, al mirar nuestras dos moneditas viéramos que tenemos mucho más que dos, algunas necesarias, otras no tanto. Pero la llamada sigue siendo la misma: dar hasta lo último, no solo lo no necesario, no solo la calderilla, sino hasta la última gota.
El evangelio de hoy a menudo va emparejado en el Leccionario a la lectura de la viuda de Elías, que dio el último aceite y la última harina que tenía como actos de suprema entrega antes de morir. No murió. Se le multiplicó el pan. Siempre que tengamos la sinceridad de mirar bien, veremos que se nos multiplica a nosotros lo poquísimo que hemos dado, a veces con esfuerzo y temor a perderlo todo. Y entonces, el seguir dando puede ser una experiencia gozosa, por la seguridad de tanta gracia y vida derramada.
Cármen Fernández Aguinaco

