Comentario al Evangelio del

CR

Queridos amigos y amigas:

El Evangelio nos trae a colación ese famoso relato del Joven Rico. Un joven se acerca a Jesús y le pregunta qué tiene que hacer para heredar la Vida Eterna. La respuesta de Jesús es sencilla: “cumple los mandamientos”.. pero el joven quiere más, le parece que esto no es bastante. Es Jesús el que detecta esa búsqueda en el interior del joven y le hace una propuesta más exigente aún: “vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres, y luego ven y sígueme”. Ante la propuesta de Jesús el joven se marcha cabizbajo, derrotado antes de emprender el camino, atado por sus riquezas, comodidades y seguridades, incapaz de dar rienda suelta a lo que su corazón le pide y que Jesús expresa en su propuesta.

Vivimos en una grave crisis vocacional a la Vida Religiosa y al sacerdocio. Vocaciones de servicio y seguimiento exigente de Jesús. En esa búsqueda de razones para la sequía pensamos que la razón más importante era nuestra falta de exigencia a la hora de vivir la radicalidad de la consagración religiosa o la entrega al ministerio, y en parte creo que hay algo de eso, aunque en muchos países de África y de Asia las vocaciones son abundantes y vigorosas. Jesús en el evangelio nos ofrece otra razón y es que, en este mundo rico en el que vivimos, los oídos se cierran a la escandalosa propuesta de Jesús. ¿Quién va aceptar esta invitación, por muy divina que sea, que nos hace una propuesta tan escandalosa, abandonarlo todo, renunciar a todo, para tener un tesoro en el cielo…?

Pero Dios sigue llamando, no se cansa de tocar el corazón de las personas y esperar una respuesta no de cumplimiento sino de radicalidad generosa con el anuncio del Reino de Dios.

Quizá también nosotros, que creemos que hemos respondido a la propuesta, debamos también volver a sentir de nuevo la mirada cálida de Jesús y recuperar ese corazón inquieto que no se conforma con la vida tranquila y sosegada en una parroquia, o en un colegio, o en otros ministerios tan importantes. Quizá debamos de nuevo escuchar la voz que nos llamó a quemar las naves y no buscar otra seguridad que la compañía del Maestro, siguiendo sus pasos hacia la cruz. y volver a entusiasmarnos con la novedad constante de Reino que nos invita a caminar hacia el horizonte.