Comentario al Evangelio de ayer

Fernando Torres, cmf

 Siempre hay algún moralista o predicador rigorista que estropea esta escena del evangelio de Juan. Es una preciosa escena en la que sobresale sobre todo lo demás el perdón y la misericordia. Jesús acoge la adúltera (podríamos hacer un comentario de que el adulterio es cosa de dos pero no estaba en aquella cultura esa idea ni siquiera siempre en la nuestra). La saca de las garras de los que quieren apedrearla. Hace que todos se alejen y lo que era un grupo de acusadores, fiscales y jueces desaparece poco a poco. Dice el evangelio que se escabulleron uno a uno, empezando por los más viejos. Y todo sin necesidad de hacer grandes discursos. Jesús apenas dice unas palabras: “El que esté sin pecado que tire la primera piedra.” Lo de que se fueran primero los más viejos se entiende porque a más años más meteduras de pata, más pecados y más que callar.

Se van los acusadores. Ya no hay juicio. Nadie condena y Jesús tampoco. Este es el punto más importante de la escena. Lo que era un auténtico pecado se queda sin castigo. No pasa nada. Todo queda en una recomendación genérica: “No peques más”. Tan genérica que todos sabemos que es, para cualquiera de nosotros imposible de cumplir en la práctica.

Decía que siempre hay alguien que estropea la escena porque terminan dando más importancia a estas últimas palabras de Jesús que a toda la escena. Estoy seguro de que en sus predicaciones hablan muy bien del perdón de Jesús y de la misericordia de Dios que se manifiesta en la historia pero (y en español, como en tantos idiomas, lo más importante de una frase es la parte que viene después del “pero”) terminan subrayando ese “no peques más”. Y de paso pueden recordar a todos que todo pecado tiene su castigo. Porque en nuestra historia tuvimos un tiempo en que los pecados estaban catalogados y cada uno tenía su castigo proporcional.

Pero (y este pero es importante porque es lo que quiero decir) en Jesús no hay castigo, no hay sanción, no hay pena. Lo que hay es una nueva oportunidad, un nuevo comenzar para la persona que se encuentra hundida. Nadie condena a la adúltera. Ni los que hacían de jueces y fiscales (descubrieron que no calificaban para ese cargo) ni tampoco Jesús que maneja mucho la misericordia y nada, nada de nada, el castigo.