VI Viernes de Pascua (3 - Junio - 2011)
Nadie os quitará vuestra alegría
Ya es mucho, sin duda, que la tristeza se convierta en gozo, que las heridas se transfiguren, y en vez de ser títulos de resentimiento se conviertan en fuente de sabiduría. Parece impensable que la cruz se convierta en luz, y que la negación de uno mismo pueda transformarse en la mayor afirmación posible, y que entregar la vida sea ganarla.
Jesús no promete sólo el gozo inmediato, momentáneo, pasajero, del que en ocasiones uno puede tener alguna experiencia gratificante, pero que muy pronto se convierte en nostalgia, sino que hace una promesa que supera el tiempo: “Nadie os quitará vuestra alegría”.
La alegría del corazón, del fondo del alma, la que se aposenta en la profundidad del ser y todo lo inunda de gozo, es un don del Espíritu Santo; a Él se le invoca como “fuente del mayor consuelo”, “gozo que enjuga las lágrimas”. En ocasiones, la gracia se descubre aún más cuando, a pesar de la prueba, del despojo, de lo que humanamente se estima desgracia, se gustan la paz y el gozo interiores, sin que se sepa demostrar, o quizá haya pudo de hacerlo, por la paradoja que significa tener alegría al mismo tiempo de sufrir acontecimientos adversos.
No es una alegría artificial, ni extrovertida, no se manifiesta por lo ruidoso de una carcajada, por expresividad descontrolada; es un sentimiento de bendición, de gozo extraño en poder participar de la vida de quien amas, aunque sea compartiendo su dolor. Es el privilegio de pertenecer a la persona que da sentido a tu vida. Y no hay otra persona ni otra vida mayores y más plenificadoras que Jesucristo. El Espíritu Santo, el Consolador, concede la alegría de mantenernos en comunión e intimidad con Cristo glorificado.
Puede parecer una narración surrealista, enumeración de sensaciones subjetivas. Sín embargo, quienes han sido regalados con el don del Espíritu Santo, han llegado a transparentar esta alegría, incluso en momentos de intenso dolor, o persecución. El que asciende a los cielos no nos deja abandonados a nuestras tristezas y decaimientos, es fuente de esperanza. Los que confían en Él no quedan defraudados.
Discernimiento
¿Sientes que tu ánimo es estable y que no está a merced de acontecimientos pasajeros, sino que se apoya en la certeza que te da la fe?
Testimonio
“Entonces llamaron a los apóstoles; y, después de haberles azotado, les intimaron que no hablasen en nombre de Jesús. Y les dejaron libres. Ellos marcharon de la presencia del Sanedrín contentos por haber sido considerados dignos de sufrir ultrajes por el Nombre”. (Act 5,40-41)