Vacaciones en zona hostil.
Las últimas vacaciones de Carmen y Javier tuvieron poco que
ver con el descanso, la tranquilidad o la diversión que se
busca en los días de asueto. Y no es que la agencia de
viajes les fallara. Esta pareja de Madrid decidió aparcar
por una vez la playa y poner rumbo a los territorios ocupados del
Sáhara Occidental, sorteando recelosos controles policiales
y las suspicaces miradas de las fuerzas marroquíes para
adentrarse en el infierno que viven los saharauis en una tierra en
falsa paz.

Javier es ingeniero. Carmen, diseñadora gráfica. Tienen dos hijos y viven
tranquilos en Madrid. ¿Qué lleva a
una pareja con una vida tan cómoda a sacrificar sus
vacaciones y, en cierto modo, su seguridad para visitar un territorio
hostil? “Nos decidimos a ir hasta allí porque
conocimos hace unos meses a la activista de derechos humanos Aminetou
Haidar cuando visitó España, nos
contó la situación que vivían en la
zona y nos animó a que comprobáramos con nuestros
propios ojos cómo Marruecos
viola los derechos de los saharauis sistemáticamente”.
Dicho y hecho. Carmen y Javier renunciaron a la playa, dejaron a sus
hijos en Madrid y emplearon sus vacaciones de Semana Santa en cumplir
la misión que se habían encomendado. “Decidimos no contarle a nadie a
dónde íbamos, ni a nuestros hijos,
ni a nuestros padres… Les dijimos que estábamos
en Europa. No queríamos preocuparlos. Sólo lo
sabía una amiga, que nos llamó a diario durante
el viaje para comprobar que todo iba bien”.
La aventura arrancó en Marrackech, donde la pareja
alquiló un coche con el que recorrió Marruecos
hacia el sur. “A medida que nos acercábamos al
Sáhara Occidental los controles policiales se incrementaban.
La policía nos
sometía a auténticos interrogatorios
en los que se nos preguntaba con insistencia nuestra destino, lugar de
hospedaje, el propósito de nuestro viaje y, sobre todo, si
éramos periodistas”.
Carmen explica que en uno de los controles vivieron una
situación de gran tensión cuando un agente les acusó de
espionaje por haber tomado una foto del puesto de control.
El Aaiún,
falsa normalidad
Por fin llegaron a El Aaiún, capital del Sáhara
Occidental, una ciudad que intenta aparentar normalidad, pero que
esconde un conflicto que se remonta a la época colonial,
cuando España abandonó a su suerte a su colonia
africana, pese a haberse comprometido ante la ONU a poner en marcha un
proceso de descolonización.
En aquellos momentos, España tenía sus ojos
puestos en Franco, que agonizaba, y Marruecos aprovechó
aquel delicado trance de la historia española para invadir
el territorio con la Marcha Verde. Desde entonces, Marruecos ocupa el
Sáhara Occidental, aunque las Naciones Unidas
no lo reconocen como potencia administradora.
“La primera impresión al llegar a la ciudad fue la
de una urbe bien estructurada, relativamente moderna y con bastantes
infraestructuras y recursos, pero la cosa cambia si uno se adentra en
los barrios habitados mayoritariamente por saharauis. Allí
se aprecia un claro abandono”, dice Javier mostrando algunas
fotos que ilustran sus palabras.
En la ciudad se respira miedo.
Tensión contenida. Cualquier gesto puede
levantar sospechas y pagarse caro. Carmen y Javier explican un caso que
les tocó de lleno: “Se nos acercaron unos
niños a saludarnos. Nos preguntaron nuestros nombres y que
de dónde éramos. Empezamos a hacerles fotos. De
repente, una
niña levanta la mano mostrando el símbolo de la
victoria en los dedos y dice sonriente: ‘¡viva
polisario!’. Inmeditamente se acercó
un hombre de paisano, que se identificó como agente de
policía y nos pidió los pasaportes. Mientras
aquel hombre empezaba con un interminable interrogatorio, su
compañero se llevaba la joven a darle un
escarmiento… La niña tenía 12
años”, explica Javier.
Carmen y Javier recuerdan otro episodio desagradable en uno de estos
barrios en donde había
concentrada una multitud de saharauis: “Un
policía nos dio el alto con la falsa excusa de habernos
saltado un stop, nos preguntó si habíamos estado
haciendo fotos ‘en un barrio pobre’ de la ciudad.
Contestamos que, en efecto, habíamos hecho fotos a lo que
creíamos era una boda. Entonces comenzó de nuevo
el rosario de preguntas: pasaporte, profesiones, motivos de la visita, si éramos turistas, si éramos
periodistas…”. La concentración que
fotografiaron Javier y Carmen era en realidad la bienvenida a un grupo de familias saharauis procedentes de los campos de refugiados de
Tinduf, que visitaban El Aaiún con un viaje organizado por
ACNUR.
La pareja pudo reunirse durante su estancia con algunos activistas de los derechos humanos,
que le contaron en primera persona las detenciones y torturas sufridas
por reclamar la celebración de un reférendum de
autodeterminación.
Los saharauis mantienen sus esperanzas puestas en las conversaciones
que se pusieron en marcha el pasado día 18 en Nueva York
entre el Frente Polisario y Marruecos. Quizá en ellas
esté la salida a un conflicto que se alarga ya
más de tres décadas. Mientras tanto, gente como
Carmen y Javier aseguran firmemente que no bajarán la
guardia, que permanecerán alertas a la situación
y dispuestos a volver a territorio hostil tantas veces como sea
necesario.