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Tiempo para la eternidad

Br. Bill Firman. Trad. Paula Merelo Romojaro -

La liturgia del Jueves Santo fue relativamente corta para los estándares sursudaneses -algo menos de dos horas. Después hubo una procesión al altar del reposo -¡y los cantores de antífonas cantaron, y el pueblo respondió, y el coro cantó… y cantó, y el pueblo respondió… y respondió! Me encontré a mí mismo inmerso en su sobrecogimiento y veneración- detenidos en el tiempo frente a Dios en la eternidad.
Pasaron veinte minutos después de la misa, delante del altar del reposo, cuando la primera persona se movió para salir. Yo pensaba para mis adentros: “Esta gente tiene verdaderamente tiempo para Dios y me están enseñando a tenerlo yo también”. Dios vive en la eternidad y nosotros estamos llamados a Dios. ¡Quizás necesitamos empezar a practicar para lo que será la vida en la eternidad! Si siempre estoy impaciente por terminar la liturgia, ¿qué tipo de práctica es esa? Puede que nos tengamos que preparar para celebraciones largas: ¡el cielo es para siempre!
Aquí no tenemos televisión. De hecho, yo tampoco escucho nunca la radio, aunque creo que sí es posible hacerlo. Hay una torre de teléfono en construcción en las inmediaciones. Pronto deberíamos tener cobertura para el móvil. Conozco a algunas personas que ya han comprado sus tarjetas SIM para la nueva red. Yo ya he decidido que los móviles tampoco me gustan tanto. ¡Demasiado intrusivos! A veces es bueno no estar localizable y dejar tiempo para nosotros mismos y para aquellos que nos son importantes.

Sin embargo, tengo que confesar que confío mucho en internet. Con acceso a internet, nunca me siento aislado. Los misioneros de verdad estaban aislados y eran valientes: ¡y sin duda eran sostenidos por el Dios para el que siempre tenían tiempo! Muchas veces pienso: “¿por qué, con todos los inventos modernos para ahorrar tiempo que existen, no dejamos nunca tiempo para Dios?”

Aquí me lavo la ropa a mano, lo cual lleva su tiempo, y a menudo cocino, lo cual también lleva su tiempo, y tengo que dedicarme a resolver mis propios problemas, como la rueda pinchada que encontré en nuestro coche ayer –y todavía hay tiempo para lo que realmente aprecio.

El tiempo es un regalo que parece apresurarse por pasar –pero somos nosotros los que elegimos las cosas para las que tenemos tiempo.

Sé que soy de naturaleza impaciente con lo que percibo como incompetencia –o falta de decisión. Sin embargo, quizás sea bueno dejar tiempo para que las cosas se aclaren, las posibilidades se definan mejor y podamos escuchar los impulsos del Espíritu. No, no me estoy volviendo repentinamente piadoso o santurrón, pero quizás estoy comenzando a ver claro qué es lo importante. No es el placer, como diría Freud, ni el poder, como defendería Adler, ni siquiera el sentido, como argumentó Frankl, sino tomarse tiempo para lo que es verdaderamente importante. Siempre me han gustado las palabras de Saint-Exupéry en El Principito: “Es el tiempo que perdiste por tu rosa lo que la hace tan importante”.

    
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