Sostén mi corazón
Dos visitantes españoles y yo, guiados por la Hermana Dorothy de Nueva Zelanda, directora de nuestro Instituto Católico de Formación de la Salud en Wau, visitamos hace poco las instalaciones del Hospital Universitario de Wau así como el Hospital Católico de San Daniel Comboni donde nuestros estudiantes de enfermería están haciendo prácticas. Yo ya había visitado estas instalaciones antes. Me pareció simplemente maravilloso poder observar el enorme avance en los edificios pero especialmente, también, la mayor confianza de los trabajadores, y de los enfermeros en prácticas, que ahora es evidente. Los estándares en el cuidado de las personas se han elevado considerablemente, lo cual supone un beneficio para el pueblo de Sudán del Sur.
Trabajando en los hospitales como enfermeros en prácticas se encuentran los estudiantes a los que di clases de inglés el año pasado como parte de un programa de preparación previa a la formación oficial de enfermeros titulados.
En los grandes movimientos por la paz de los años sesenta, solían cantar: “Todo lo que decimos es que le deis a la paz una oportunidad”. Lo que escucho a los jóvenes de Sudán del Sur decir hoy, ahora que hay paz, es: “Todo lo que decimos es que nos deis una oportunidad”. Dadnos una oportunidad para que ayudemos a nuestra gente con una mejor ayuda sanitaria, una mejor educación y una disposición mejor.
Los traumas en este país son profundos –en las prisiones, los hogares, los hospitales, donde quiera que haya personas. Nuestro equipo de pastoral de Solidaridad con Sudán del Sur ya ha llevado a cabo un seminario “Capacitar” de sanación de traumas en la prisión de Wau. A menudo recuerdo haber preguntado en una de mis clases en Wau sobre sus familias. Sólo 12 de los 32 estudiantes todavía tenían a sus padres vivos. Las madres de 26 de ellos aún vivían pero en la mayoría de estos hogares alguno de los hermanos había muerto. Las armas de guerra eran directamente responsables de la muerte de muchas de estas personas, pero indirectamente muchos más murieron de inanición, de falta de cuidados sanitarios adecuados y a causa de unas condiciones de vida deplorables.
Aquí la gente no pide mucho. Están agradecidos por el don de la vida y lo celebran diariamente con la familia y los amigos. Me descubro a mí mismo conmovido por gente joven que se me acerca, no por su propio beneficio, sino con preguntas como: “¿puede atender a mi hermana, mi hermano, mi amigo?” ¿Puede ayudar al bebé en el hospital de Wau, acurrucado en los brazos de su madre, un niño con los labios espantosamente hinchados que tiene la enfermedad altamente contagiosa del ántrax? Escucho a un doctor decir que no puede colocar a este niño con los demás enfermos y ponerlos a todos en riesgo. El hospital dice que no se puede permitir una enfermera más para atender a este niño en una sala aislada. Este es el dilema, y a veces la desesperación, de Sudán del Sur.
Aquí en Sudán del Sur estamos trayendo asistencia profesional en el silencio y la tristeza. Nuestro Instituto de Formación de la Salud está sanando y sosteniendo muchos corazones hacia un mañana que despierta.